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Quito la yema, ¿sabes?... y pongo esta. La hice anoche. Es estricnina, a la dosis que se echa a los perros, bien neutralizado el sabor con regaliz, y forrada de azúcar. Se la come y revienta como un triquitraque». Padilla se partía de risa, y Maxi lo tomaba a broma. «Hombre, matarle no dijo Padilla . Si la hubieras hecho de jalapa, escamonea o cosa así...».

En el trascurso del mismo año Montilla preparaba en la ciudad de Hacha una expedicion contra Maracaibo, combinándose al efecto con las fuerzas navales que mandaba el coronel jefe de la escuadra José Padilla, quien juzgó posible la arriesgada empresa de forzar la barra, operacion que se ofreció á cumplir y que cumplió el 8 de Mayo con solo la pérdida del bergantin General Bolívar, al mando y de la propiedad del capitan de navio Nicolás Joly.

Y concluyó por sonreír, y al cabo de un gran rato le dijo: «Amigo Ballester, le convido a usted a Variedades esta noche. ¿Quiere?». ¿Pues no he de querer? Bueno va. Pedradas de esas vengan todos los días, ilustre amigo mío. Iremos... en el bien entendido de que venga Padilla esta noche a quedarse de guardia. Vamos ahora, mi queridísimo colega, a hacer estas píldoras de protoioduro de mercurio.

Mando al segundo una parte, otra la dejo aquí para los amigos que vengan. ¿Irá usted arriba a casa de doña Casta, o vendrá aquí? Iremos arriba... Si paseamos, puede que entremos aquí. Según esté ese. Bueno; esta noche ha de venir mi amigo el crítico. Padilla le invitará a entrar y le ofrecerá dulces. Quiero que se coma uno que tengo yo aquí preparado para él... No sabe usted cuánto le odio.

Diez y ocho años más tarde, y cuando fray Juan de Padilla contaba 50 de edad, ponía término á otro poema titulado Los doce triunfos de los doce apóstoles, que es la principal de sus producciones, y acerca de la cual ha escrito el autor del Curso histórico-crítico de la literatura española: «Donde halló Padilla libre campo á sus estudios literarios y para gloria de Jesús mismo y de sus discípulos fué en Los doce triunfos.

Más tarde, la independencia, pero la independencia a la manera del Alto Perú, con sus desolaciones intermitentes, con sus Goyeneche, con su Cochabamba, con los cadalsos de Padilla, de Warnes, etc.

Por cierto, y perdonadme la digresión, que Francisco Maldonado, el célebre comunero, el compañero de Bravo y de Padilla, el degollado del gran cuadro de Gisbert, no pertenecía á la rama principal de la familia mencionada, de la cual era jefe, aunque tampoco dueño de la Casa de las Conchas, un D. Pedro Maldonado y Pimentel, también afecto á la causa de las Comunidades, del cual me parece oportuno decir aquí algunas cosas, de todos sabidas, por si hay alguien que las tenga olvidadas, cosa que á me acontecía no hace muchas horas.....

Ambos combatientes, á vista uno del otro, esperaban el viento para acometerse, cuando habiéndolo tenido favorable los patriotas, abordaron el 24, tres horas despues del medio dia, al enemigo, y trabando un reñidísimo combate quedó vencedor Padilla. Los realistas tuvieron 800 bajas entre muertos y heridos, mas 420 prisioneros entre oficiales, clase de tropa y marineria.

Para concluir: siempre que se le ofrezca a usted alguna cosa, sea del orden que fuese, piensa usted un rato, y dice: ¿A quién acudiré yo?, pues a ese tarambana de Segismundo'. Con mandarme un recadito... Aunque yo cuidaré de venir algún domingo o los ratos que tenga libres, porque ahora, como estoy solo con Padilla, dispongo de muy poquito tiempo.

El Laberinto es la única producción que de Juan de Padilla se conoce, escrita siendo seglar, pues las otras salieron de su pluma cuando ya era monje en el monasterio de la Cartuja, donde, según expresión de Fernández Espino, «pasó su vida en el solitario claustro... consagrado al estudio, á la contemplación del Altísimo y á ensalzar sus maravillas