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Margarita Martí, viuda de Miguel Terongí, de la volta, de oficio que fue botiguero; difunta, natural y vecina de esta Ciudad, reconciliada, judaizante relapsa, salió en estátua con insignias de relajada; leyósele su sentencia con méritos y condenada su memoria y fama, fue relajada al brazo seglar, con confiscación de bienes por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta, impenitente y confesa.

Salió con mordazas por pertinaz y con insignias de condenada; leída su sentencia fue relajada al brazo seglar para ser quemada viva con confiscación de bienes por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta, confesa y pertinazmente obstinada.

Ana Martí, viuda de Agustín Salvador Cortés, negociante; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de cuarenta y nueve años: reconciliada y presa segunda vez por judaizante relapsa: leída su sentencia con méritos, fue relajada al brazo seglar, con confiscación de bienes, por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta, impenitente negativa.

Salió con las mismas insignias de condenado que los dos últimos, y habiéndosele leído su sentencia con méritos, fue relajado al brazo seglar para arder vivo en las llamas con confiscación de bienes por hereje, apóstata, judaizante, relapso, convicto, confeso y obstinadísimamente pertinaz. RELAJADOS EN ESTATUA Y EN sus huesos

Mientras hablaban se frotaban suavemente los nudillos de la mano izquierda con la palma de la derecha. Todo era admirarse de verla en traje de seglar y tan cambiada que, según decían, nunca la hubieran conocido.

Comedias humanas y divinas, y rimas morales, compuestas por Diego Muxet de Solís: Bruselas, 1624. Las piezas sueltas son: Cómo ha de ser el valiente, La igualdad en los sujetos, El cazador más dichoso, El generoso en España, El mayordomo de la duquesa de Amalfi, El ermitaño seglar. Montalbán, Para todos. Montalbán y Lope, Laurel de Apolo. Hijos ilustres de Madrid. Hijos ilustres de Madrid.

Avisose a la familia del colegial, y vestido este de seglar abandonó la casa, aunque ningún peligro había ya de que saliera en traje eclesiástico. Despidiose chuscamente hasta las kalendas carolinas, a lo que contestó el héroe con disparates latini-parlantes, que también se le alcanzaba algo de macarronismo.

A pesar de su traje seglar, había en este personaje no qué de frailuno. Su cabeza parecía hecha pura la redondez del cerquillo, y ancho gabán que envolvía su cuerpo, más que gabán, parecía un hábito. Tenía la voz muy destemplada y acre; pero sus movimientos eran sumamente expresivos y vehementes.

Isidora dio otro suspiro. Grandísimo consuelo le infundían las palabras sensatas y filosóficas de aquel bondadoso sujeto, a quien desde entonces tuvo por sacerdote. «¿Es usted....por casualidad sacerdote? le preguntó con timidez. No, señora repuso el otro, escribiendo un poco . Soy seglar. Hace treinta y dos años que trabajo en esta oficina.

No le riñas, mujer. ¿Sabes , por ventura, si le será fácil salir de noche, con el miedo que D. Miguel tiene a los ladrones? gritó D. Martín de las Casas desde la mesa de tresillo donde jugaba con otros dos, un cura y un seglar. No, señor; no es eso dijo el clérigo, ruborizándose bajo las miradas de toda la tertulia.