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Al día siguiente la tempestad había cesado, y el sol resplandecía vivo y alegre en la sala de estudio, cuando Catalina de Corlear, que tenía su sitio junto a la ventana, llevose patéticamente la mano al corazón y se dejó caer sobre el hombro de su vecina Carolina, simulando un repentino desvanecimiento. Está aquí suspiró.

Mientras el juez y el médico entraban en la pieza vecina, donde una dolorosa sorpresa les aguardaba, le Tas arrastró al conde hasta la cama, le obligó a mirar a su antigua amante y le hizo oír una oración fúnebre que le puso el cabello de punta.

Juanito, a las tres de la tarde, había ido a ponerse en acecho cerca de la casa de Tónica, esperando que ésta saliese con Micaela para ver los altares. Una vecina le avisó que ya habían salido, y el joven lanzóse en su persecución, corriendo de uno a otro altar, sin conseguir encontrarlas.

Verdad es que Dios iba siempre en ayuda de Thiers, porque doña Tula, que en verano adoptaba el mismo sistema de comidas, hacía todas las tardes un chocolate riquísimo y casi siempre mandaba al enfermo una jícara, bien custodiada de mojicón y bizcochos. «Esta doña Tula decía Bringas cuando sentía entrar a la criada de su vecina , es una persona muy atenta...».

Los vecinos del pueblo, que miraban con afición al comandante, o más bien al comendante, que era como le llamaban, y que al mismo tiempo conocían sus apuros, hacían cuanto podía para aliviarlos. No se hacía matanza en casa alguna sin que se le enviase su provisión de tocino y morcillas. En tiempo de la recolección, un labrador le enviaba trigo, otro garbanzos; otros le contribuían con su porción de miel o de aceite. Las mujeres le regalaban los frutos del corral; de modo que su beata patrona tenía siempre la despensa bien provista, gracias a la benevolencia general que inspiraba don Modesto; el cual, de índole correspondiente a su nombre, lejos de envanecerse de tantos favores, solía decir que la Providencia estaba en todas partes, pero que su cuartel general era Villamar. Bien es verdad que él sabía corresponder a tantos favores, siendo con todos por extremo servicial y complaciente. Levantábase con el sol, y lo primero que hacía era ayudar a misa al cura. Una vecina le hacía un encargo, otra le pedía una carta para un hijo soldado; otra, que le cuidase los chiquillos, mientras salía a una diligencia.

Armaba cada pelotera de vez en cuando con la vecina del segundo, que la casa temblaba. ¡Así me gustan a ! murmuró D. Laureano atusándose con mano trémula el bigote y devorando con los ojos a la hermosa chula, ¡Que muerdan y arañen como los gatos!

A la vista de Delaberge un débil rubor coloreó su rostro siempre mate, y como si presintiese las intenciones de Francisco alejó a la criada dándole un recado para una vecina; después sus inquietos ojos dirigieron al inspector general una interrogativa mirada. ¿Podemos estar solos un momento? dijo Delaberge con voz grave. Necesito hablarle. Pero... objetó ella buscando una escapatoria.

El objeto de sus preocupaciones era un joven, casi de su edad, el ingeniero Taboada, que se había educado en los Estados Unidos y tenía la pretensión de exigir que se implantase de golpe en Méjico todo el sistema democrático, con su respeto á la ley y á las opiniones ajenas, que había conocido en la vecina República.

La gente comarcana allí, y vecina, De ver su crueldad está temblando, Y los que con él vienen lo aborrecen, Que sus cosas y hechos lo merecen.

La hija del tal, madre de la criatura, y de otra que enferma quedara en casa de una vecina, se había muerto dos días antes «de miseria, señora, de cansancio, de tanto padecer echando los gofes en busca de un medio panecillo». ¿Y qué hacía él ahora con las dos crías, no teniendo para mantenerlas, si para él solo no sacaba? El Señor le había dejado de su mano.