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Acaso... repuso el joven sonriendo y ruborizándose levemente. ¿Tendría usted fuerzas para alejarse de ella por una temporada? La frente del enfermo se arrugó, y sus ojos adquirieron expresión fija y dura. No deseo otra cosa. Perfectamente... ¿Y pudiera usted también dejar sus negocios y pasar una larga temporada en el campo, sin hacer absolutamente nada? Creo que . Entonces nos hemos salvado.

De tal modo, que parecía evitar cuidadosamente por medio de una conversación varia e interesante que Mario tuviese ocasión para decirle a qué había venido. Pero éste se mostraba a cada instante más taciturno. Bruscamente le dijo: Godofredo, necesitaba hablarte algunos instantes a solas. me dirás a qué hora puede ser. ¿A solas? preguntó el terso joven, ruborizándose de nuevo. ¿Por qué a solas?

Después dio comienzo a unas seguidillas. ¡Cállese usted, hombre, que no puedo oír eso sin que se me alegren los pies! exclamó la hermana haciendo un gesto expresivo. ¿Baila usted? preguntó Suárez. En otro tiempo... ¿Te acuerdas, primita, cuánto hemos bailado en tu casa? ¡Qué jaquecas hemos dado a la pobre tiita! ¿Quién se acuerda de eso? dijo la hermana María de la Luz ruborizándose.

La naciente celebridad de usted no me permitía ignorar su nombre. El pintor se inclinó ruborizándose. Lo poco que yo valgo se lo debo al señor Roussel. ¡Tiene tanto gusto y tan admirable inteligencia! exclamó Clementina con una admirable hipocresía. ¡Ah, señor! Era muy seductor, cuando joven; ¿cómo no había de agradar?

¡Santo Cielo! añadí yo. Entonces, siquiera podríamos olvidarlo continuó Rosa. A duras penas, mientras ande Rodolfo por aquí observó mi hermano. ¿Y por qué olvidarlo? pregunté yo. ¡Rodolfo! exclamó mi cuñada ruborizándose y más bonita que nunca. Me eché a reír y volví a mi almuerzo. Por lo pronto me había librado de seguir discutiendo la cuestión de lo que yo debería hacer o emprender.

El clérigo rió también ruborizándose. Luego quedó serio y de mal humor. Un suceso extraño, que escandalizó a la villa, vino de un modo indirecto a estrechar aún más su relación y a inquietar al P. Gil. Cierta noche se despertó despavorido con el ruido de una detonación dentro de casa. Levantose de un salto y acudió corriendo a la habitación de D. Miguel, donde se figuró que había sonado.

No le riñas, mujer. ¿Sabes , por ventura, si le será fácil salir de noche, con el miedo que D. Miguel tiene a los ladrones? gritó D. Martín de las Casas desde la mesa de tresillo donde jugaba con otros dos, un cura y un seglar. No, señor; no es eso dijo el clérigo, ruborizándose bajo las miradas de toda la tertulia.

Ahora me dije, él se le acercará, le tomará la mano y la mirará por largo rato en los ojos. ¿Me amas siempre? le preguntará, y ella, ruborizándose, con una mirada húmeda, se dejará caer sobre su pecho. Cerré los ojos y suspiré.

Mario la besó con el mismo tierno respeto que Peleo besaría la de Tetis, su inmortal querida. Pero acabado de hacerlo, casi en el mismo instante pareció el mozo con una fuente entre las manos, y Carlota reveló su condición mortal ruborizándose hasta las orejas.

El capitán se detuvo ruborizándose hasta las orejas. Creo dijo que he ido más lejos que mi pensamiento. ¿Dónde estábamos? En todas partes respondió el conde Dandolo. Es justo, puesto que hablamos de Inglaterra. ¿Cree usted que si lo de Ky-Tcheou hubiese ocurrido a un navío inglés se hubieran conformado sus oficiales con bombardear la ciudad? ¡No son tan tontos!