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En el acto primero se describe la locura fingida de Ulises, para eximirse con ella de tomar parte en la guerra de Troya, y después la vida salvaje de cazador, que lleva el joven Aquiles, educado por Chirón en un desierto agreste y montañoso. En el acto segundo Tetis se lleva á Aquiles, disfrazado de doncella, á la corte del rey Nicomedes, en la cual vivirá en lo sucesivo entre mujeres vírgenes.

Tu hubieras sido un escelente cazador; sigueme.... No, no, permaneced todavia, partireis mas tarde, vuestro espiritu y vuestro cuerpo tienen necesidad de mas descanso. De aqui a algunas horas estareis mejor, os servire de guia, ?pero adonde iremos? Conozco el camino y no necesito guia.

Pocos momentos después el cazador apareció en el umbral y agitó el sombrero, lo cual produjo a los jóvenes viva satisfacción.

Pues á me mira muy bien. ¿Sabe, al menos, montar á caballo? Nunca se le ve más que en los salones. No es un gaucho, seguramente, pero irá á pasear con nosotros cuando queramos... ¿Es cazador? Todos los franceses lo son. ¿Sabe tirar un tiro con puntería? No supongo que sea un Buffalo-Bill... Pero no creo que pensemos hacerle perseguir bisontes ó cazar osos grises.

Canarios o jilgueros recuerdan la primavera con sus trinos; y si el amo de casa es cazador, no faltan perdices y codornices cantoras en sus jaulas, y las escopetas y trofeos de caza adornan las paredes. En torno del hogar, casi en tertulia con los amos, vienen a colocarse los galgos y los podencos.

Y la caza fue larga; los negros les tiraban lanzas y azagayas y flechas: los europeos escondidos en los yerbales, les disparaban de cerca los fusiles: las hembras huían, despedazando los cañaverales como si fueran yerbas de hilo: los elefantes huían de espaldas, defendiéndose con los colmillos cuando les venía encima un cazador.

Las ánades abundan de muy diferentes tamaños, encontrándose desde el pato real, negro y blanco con cabeza roja, hasta el pequeño y chillón, que habita en los manglares. El martín pescador y martín cazador, que se alimentan de peces é insectos.

«Sálvense los principios» pensó el cazador. ¡Buenas noches, tórtola mía! Y se acordó de las que tenía en la pajarera.

Y echó a andar, dialogando con el capellán que le seguía. Primitivo, obediente, se quedó rezagado, y lo mismo el abad, que encendía su pitillo con un misto de cartón. El cazador se arrimó al cura. ¿Y qué le parece el rapaz, diga? ¿Verdad que no mete respeto?

A veces un cazador ó un bandolero penetraba en la caverna y turbaba el descanso del poderoso anciano. Este levantaba lentamente la cabeza, hacía una pregunta al tembloroso visitante y después volvía á su interrumpida meditación, diciendo al suspirar: «¿Todavía no?» ¿Qué esperaba para morir en paz?