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Luego se detuvo junto a una de las puertas y tocó en ella con los nudillos. «La señá Severiana no está dijo una de las vecinas . ¿Quiere la señora dejar recado?...». No; la veré otro día.

No te apures, hijo se apresuró a decirme, sin caérsele la sonrisa avergonzada de los labios . Ya ves qué enojada estoy. ¿No te he dicho que a me gusta que me peguen en los nudillos?... Además, eso me ha probao que no se te pasea el alma por el cuerpo, como yo creía. Cuando me has llamao tal cosa, es que me quieres.

Después de llamar como unas tres veces, fue a llamar la cuarta, y... aquello era grave; no tenía voz, no le sonaba la voz, se le quedaba la intención de la palabra en la garganta sin poderla pronunciar. Dio algunos toques con los nudillos en el tabique; pero al fin su mano se quedó como si fuera de algodón; daba golpes con ella, y los golpes no sonaban.

Con quien primero tropezó fué con éste, quien le recibió con alguna confusión y vergüenza, como si el pobre tuviese alguna parte en la desgracia que pesaba sobre Gonzalo. Don Melchor estuvo un poco frío con él, no intencionalmente, sino por el anhelo que tenía de ver a su sobrino. Don Rosendo le condujo hasta la puerta de su cuarto, y allí le dejó. El señor de las Cuevas llamó con los nudillos.

Ramiro se le fue aficionando por la cínica destreza con que vencía o esquivaba las mayores dificultades, y, al despedir ahora a toda la servidumbre, quiso conservar a Pablillos, que, con el escudero y Casilda, eran los últimos puntales de su decadencia. Oyose rumor de pasos en la galería. Alguien golpeó la puerta con los nudillos. Entrad dijo Ramiro. Y los genoveses se presentaron.

Y daba con los nudillos en el muro de acero, sordo, durísimo, semejante a un bloque inmenso, tras el cual era difícil imaginarse la más leve oquedad. El extremo del árbol, que en sus incesantes vueltas se perdía al final del túnel, les inspiraba no menos admiración. Ni un ruido, ni el más leve roce.

Subieron hasta la guardilla; los niños se detuvieron delante de una puertecita. Aquí es dijo el mayor. Hojeda llamó con los nudillos de los dedos, pero nadie contestó. No habrá venido todavía mi madre manifestó el mismo chico. ¿Y qué os hacéis cuando llegáis antes que vuestra madre? Nos sentamos en la escalera.

Mire usted, ha adelantado usted más en un momento, llenándome de improperios, que en tres meses de lisonjas. Usted dirá que es que me gusta que me den con la badila en los nudillos. Puede ser. Pero yo le digo que a ningún hombre le sienta mal una mijita de genio. ¿? Pues aguárdese un poco, que voy a comenzar a insultarla a usted otra vez dije riendo. ¡No, no! exclamó ella, riendo también.

Era igual a muchos individuos de sus familias que venían a sermonearles en presencia de los camaradas, poniéndoles en ridículo, cual si no fuesen ya unos hombres. A ver si hay formalidad dijo el empleado aproximándose al oír las risas . Al primero que venga con chirigotas le suelto un capón. Amenazaba como un maestro de escuela, con los nudillos de su mano.

De pronto se repelieron los dos con el empellón de la sorpresa, procurando al mismo tiempo reparar el desorden externo de sus personas. Al otro lado de la puerta, Sebastiana golpeaba la madera con los nudillos, pidiendo licencia para entrar.