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La única determinación firme que nacía de todo ello era la de despedir a Arturito, que ya le parecía insufrible. Pero Rafaela era la bondad misma y, antes de hacer la herida que consideraba indispensable hacer, preparaba bálsamos para curarla.

Mas no por esto se olvidaba del término de su viaje, por cuya causa se hubo de despedir de los Subarecas, no sin grandes lamentos y llanto universal de aquella buena gente, la cual, viendo que no le podían tener más tiempo en tierra por entonces, quiso que la flor de la juventud le fuese acompañando para ir allanando el camino y proveyéndole de víveres al Padre y á sus compañeros, lo que ejecutaban á competencia con los Cozocas.

Era asunto del Vara de plata; podía castigar y despedir a quien quisiera sin miedo alguno. Pero don Antolín, temblando ante la responsabilidad que le podían acarrear las decisiones enérgicas, acabó por entregarse a Gabriel, solicitando su apoyo. Aquel hombre era el que ejercía la verdadera autoridad en el claustro alto. Todos le escuchaban, siguiendo ciegamente sus consejos.

Apurada por volver a París, a sus visitas y a sus correrías por las tiendas, se quejaba de la humedad de la atmósfera, de la tristeza del paisaje, de la soledad, pues las villas se cerraban una a una y la única distracción mundana consistía, durante el mes de octubre, en concurrir a la estación del ferrocarril, a despedir a los que se marchaban.

Arrojado al mar un objeto cualquiera, se le ve como despedir brillantes chispas, y si un buque navega por esas aguas, a proa, a popa, a babor y a estribor se le ve relampaguear y como adornarse de espléndidas orlas de lucecillas azules, rojas y verdes, lanzando por la popa como un penacho de fuego que prolonga sus encendidas plumas hasta larga distancia.

Nuestro porvenir está en la pólvora.... Marta apretó el brazo de Nepo, y lo que siguieron hablando ya no pudo oírlo Bonis. Se quedó atrás; entró el último en su casa, adonde volvieron muchos de los que habían ido a despedir a la Gorgheggi y a Mochi, pues de allí había partido la comitiva.

El confesor, después de despachar á varias penitentas, sacó la cabeza por delante del sagrado cajón, lanzando una rápida mirada á la fila de señoras, mientras musitaba algunas oraciones. Me ha conocido pensó doña Cristina con orgullo No tardará en despedir á la que está delante. Pensaba en la natural sorpresa del confesor al verla allí en verano.

Viendo su buena determinación, no quisieron los caminantes importunarle más, sino, tornándose a despedir de nuevo, le dejaron y prosiguieron su camino, en el cual no les faltó de qué tratar, así de la historia de Marcela y Grisóstomo como de las locuras de don Quijote. El cual determinó de ir a buscar a la pastora Marcela y ofrecerle todo lo que él podía en su servicio.

Era buscada, requebrada y solicitada por no pocos mozos; pero, brava y arisca, sabía despedir huéspedes, imponer respeto y tener a raya a los más atrevidos. Sólo se le conocía una inclinación que desde la niñez persistía en ella con constancia; pero esta inclinación, al menos por su parte, más que de afecto amoroso tenía trazas de fraternal cariño.

Rafaela creía en la propia contrición, en su horror al pecado y en su firme propósito de la enmienda que la movían a despedir a Arturito. Lejos, muy lejos de ella la idea de que Juan Maury diese o pudiese dar el menor impulso para aquel acto.