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Cuando Obdulia, picada por la frialdad del altivo cocinero, comenzó a seducirle con miradas de medio minuto y algún choque involuntario, Pedro se rindió, y de rato en rato daba algunos toques de maestro a la merienda de Visita. Llegó a más; quiso enamorar a doña Obdulia con pruebas de su habilidad, y acudía siempre que se presentaba una cuestión teórica o una dificultad práctica.
Le llevó hacia la terraza y cruzaron las anchas avenidas del jardín donde las flores ponían toques de encendido color y donde las madreselvas llenaban el aire con su penetrante perfume. Como el primer día, se apoyó Camila suavemente en su brazo y le hizo admirar de una en una, sus plantas y sus flores.
Don Juan miró rápidamente a todos lados, vio que nadie podía sorprenderles, y alargando los brazos, intentó coger las manos a Cristeta; mas ella, echándose hacia atrás, las esquivó temblorosa, exclamando: ¡No! ¡No me toques!... Adiós, adiós. Y al decir esto, se apartó muy despacio.
Mucho le daba qué pensar el singular estado en que su amiga se había puesto, y esperaba que le pasaría pronto, como otros toques semejantes aunque de diverso carácter. Largo tiempo estuvo desvelada, pensando en aquello y en otras cosas, y a eso de las doce, cuando en el dormitorio y en la casa toda reinaban el silencio y la paz, notó que Mauricia se levantaba.
Pasó la joven al despacho, y allí, sola con el médico, no pudiendo contener la pena que se desbordaba de su corazón, rompió a llorar. Recibiola con mucha bondad Augusto, la hizo sentar, preguntole mil cosas; pero ella, acongojada, no podía decir más que esto, que repitió tres veces: «Dame de comer y no me toques».
Siento un miedo horrible. ¡Tengo tanto que expiar!... Se había levantado poco á poco del diván, y al pedir protección á Ferragut iba hacia él con los brazos extendidos, humilde y al mismo tiempo acariciadora, por una voluntad de seducción que predominaba sobre todos sus actos. ¡Déjame! gritó el marino . No te acerques... ¡no me toques!
Ahora veo a mi hija Manolita, que también sale en camisa... ¡Calle, también se ha despertado Paquito!... ¡No te he dicho que todos iban a recibir un susto!... Pero se van a constipar si andan de ese modo más tiempo... No toques más Juan, no toques más. Cesó el estrépito infernal. Vamos, Adela, Manolito, Paquito, abrigaos un poco y venid a dar un abrazo a mi hermano Juan.
Pero estaba situado en una hondonada tranquila y poblada de bosques, a una buena hora de todo camino para jinetes, en un sitio a que no podían llegar ni los toques del cuerno de la diligencia, ni los ecos de la opinión pública.
Ahora verás dijo Romadonga mordiendo los suyos de coraje, abalanzándose a ella. No me toques, que puedes pincharte manifestó con la misma tranquilidad, sin mover un dedo siquiera. ¡Sí te toco! ¡te toco, deslenguada! gritó aquél, ciego de ira, sacudiéndola violentamente por un brazo. Concha cambió repentinamente de actitud. Todo lo que antes fue calma y sorna se convirtió en feroz exaltación.
Si Esteven intervenía, pronto a castigar una travesura o una inconveniencia, acudía la señora en defensa del reo: Déjalo, Bernardino, no me toques a los niños, no quiero que les digas nada; ¿vas a pretender, acaso, que se porten como personas mayores?
Palabra del Dia
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