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Y el tiempo apremiaba, y era preciso dejar sin tardanza el hospitalario albergue. Y se dió la orden para que se aparejaran los rocines; y llegó el caso de que los expedicionarios bajaran al portal con las espuelas calzadas; y montaron todos..., ¡y todavía no se cruzaron entre don Simón y don Recaredo otras palabras que no fueran lisonjas, cumplidos y finezas!

En seguida, y con presteza no menor, fue a la mesa, y tomando el candelero y entregándoselo a Ignacio, dijo en voz entera y tranquila: Alumbre usted. Artegui alumbró sin pronunciar palabra. Su sangre se había enfriado de pronto, y sólo le quedaba, de la terrible crisis, cansancio y melancolía más profundos que nunca. Cruzaron el dormitorio, el pasillo, sin despegar los labios.

Las únicas palabras que en los ocho meses de clase se cruzaron entre ambos, eran el nombre propio leido en la lista y el adsum diario con que el alumno contestaba. ¡Con qué amargura salía cada vez de la clase y, adivinando el móvil de la conducta que con el se seguía, qué lágrimas no se asomaban á sus ojos y cuántas quejas estallaban y morían dentro de su corazon! ¡Cómo había llorado y sollozado sobre la tumba de su madre contándole sus ocultos dolores, humillaciones y agravios, cuando al acercarse la Navidad, Cpn.

Fuera ya de los arrabales, Obdulia esperó a su confesor y juntos se dirigieron a la venta donde paraba el coche. Mientras llegaron allá no cruzaron ninguna palabra. El P. Gil caminaba silencioso, taciturno, revelando bien a las claras un mal humor que no era frecuente en él. Tardó un rato el cochero en enganchar. Mientras duró la operación, la futura monja se metió en la venta.

Murió Alejandro; y a su gran pujanza estrecha fosa concedió la tierra, y él y su lanza y su poder temido se hundieron en la sima del olvido. Cruzaron el espacio en raudo vuelo las águilas que Roma ostentó un día; cuanto cobija el anchuroso cielo sintió de su poder la tiranía.

¿Por qué? Las mamás pegan siempre más que los papás afirmó sentenciosamente Enrique. Miguel calló unos instantes y al fin dijo: Si me pegase, le pegaría a ella papá. Enrique no quiso insistir. En esto cruzaron el patio y entraron en la cochera.

Y estas entrevistas al aire libre, que el temor de ser observados hacía breves y melancólicas, eran, sin embargo, para ambos más gratas todavía que las tardes serenas del molino. Nunca se cruzaron entre ellos palabras tan cariñosas ni miradas tan suaves y tiernas como entonces.

Conducido por un celador, llegó al primer piso, y envuelto en una atmósfera enrarecida y perfumada Jacobo siguió el corredor como un enamorado que va á ver á su bella, según opinaron de aquel elegante joven los que se cruzaron con él en el camino, y se detuvo ante una puerta á la que su conductor llamó discretamente.

El mismo Delaberge, deteniendo de nuevo el paso, se preguntó si no iría también a hablarle... Simón le había visto ya, sus miradas se cruzaron y el impulso generoso del inspector general se vio cortado por la mirada hostil que el joven le había dirigido.

Su montera puntiaguda se alzaba sobre las demás semejante á una nube que avanza cargada de rayos por el firmamento. Cruzaron el puente sobre el riachuelo de Villoria, entraron en el Campo de la Bolera, pero en vez de atravesar el pueblo saltaron las tapias de la pomarada de D. Félix y salieron por el extremo opuesto, en el camino ya de Lorío.