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Entonces, con el despecho pintado en el semblante, el pobre hombre dió las buenas tardes y se dirigió a la puerta. El duque le echó una mirada burlona, y antes de llegar a ella le dijo, sonriendo con sorna: Oye, chico. No te doy nada, porque para los hombres tan honrados como , el mejor premio es la satisfacción de haber obrado bien.

Pues ya que tan atento lo ofrecéis, contestó Simón con sorna, por lo que á toca me contentaré con un par de eslabones de esa cadena que lleváis al cuello, que más gruesa no la he visto jamás, ni aun entre los más opulentos caballeros de Francia.

Me confesaré primero. ¿No creo usted que es buena idea? Me parece muy acertada. Vivimos casi de milagro. Es verdad. Ya que nos coja, que nos coja confesados dijo Cordero con algo de sorna. , .... Paz con todo el mundo, paz con Dios.... Pronunció estas palabras con gran zozobra, y siguió ocupándose con febril actividad en sus preparativos de viaje.

Y apesar de esta natural desconfianza, cambiaba sendos apretones de manos, saludaba á unos con una sonrisa fina y humilde, á otros con aire protector, y á algunos con cierta sorna como diciendo; ¡Ya ! usted no viene por sino por mi cena. ¡Y el chino Quiroga tenía razon!

¿Qué tal, hijita mía le dijo Fernanda pasándole la mano por la cara, te diviertes? Ah, mucho, mucho, mamá replicole Blanca. ¿Y usted, señor don Benito?... Sabe que tengo que darle las gracias por el compañero. Es un maestro; baila el vals admirablemente... ¿Nada más que el vals? preguntó con sorna don Benito. ¡Oh, nada más! Ninguna mujer chic baila otra cosa... ¿No es verdad, mamá?

Al cabo de algún tiempo dio un grito y Tristán le vio sin sombrero. ¡Qué! ¿también a usted? dijo sin poder disimular su satisfacción. Pero el caballero presentó su sombrero diciendo con sorna: No; yo he sido más listo que usted y he podido atraparlo en el aire. Las señoras, que se hicieron cargo de la broma, soltaron la carcajada y aun exageraron un poco su risa.

Me hirió aquel acento desdeñoso, y no pude reprimir un desahogo de la vanidad. Hay más, hay más, querido. Tengo su palabra terminante. ¿Palabra de matrimonio? preguntó con sorna. No, palabra de salir del convento. Si puede. Ya haremos lo posible por que pueda repuse con fatuidad. Quedó pensativo, y seguimos paseando un rato en silencio.

¡Y usted se atribuye la invención! dijo con sorna Malespina . Pero, hombre de Dios, si los asturianos fueron los primeros que en tal cosa pensaron, y desde el 30 de mayo salieron de Gijón mis queridísimos amigos D. Andrés Ángel de la Vega y el vizconde de Matarrosa, hijo del conde de Toreno... ¡Bah, bah!... Estos diplomáticos han perdido la chaveta.

No es fácil saber lo que entonces pasó por su cerebro; algo de ruin y de bajo y de deshonroso para la raza a que pertenece debió de ser, porque olvidando en un punto los cariñosos cuidados de su ama, sus continuas caricias, los muchos chocolates que con ella compartió, el regalo de los bizcochos y los copiosos tarros de alpiste, se espulgó con grande indiferencia ante su vista, dijo varias veces pii, pii, con cierta sorna, y abriendo las alas se tendió por el espacio yendo a perderse entre el follaje de las huertas vecinas.

El alcalde de las patillas blancas, que hasta entonces había guardado silencio, sin levantar la cabeza del plato, alzola ahora con sorpresa, y echándole una mirada de sorna y cólera al mismo tiempo, le atajó diciendo: ¡Compare, no diga uté por ahí que le han tomao por un torero, porque le van a dar un tiro!