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Tan embebida marchaba en su pensamiento, que al llegar a la Cibeles, en vez de tomar la calle de Alcalá para ir a casa de Castro con quien estaba citada para aquella hora dió la vuelta como si estuviera paseando por aquel sitio. Cuando lo advirtió se detuvo vacilante. Al fin se confesó que no tenía grandes deseos de acudir a la cita.

De esta suerte, paseando mucho y estudiando algo, pero asimilándose su inteligencia fácilmente lo que aprendían, llegaron a ser un término medio entre el estudiante sorbedor de textos, que suele al fin no servir para nada, y el pigre holgazán, que degenera en pillastre.

Conocía el carácter de su gigante: pocas rachas, pero buenas, como él decía. Sólo muy de tarde en tarde, le había visto perder la serenidad y enfurecerse; pero guardaba un vivo recuerdo de sus arrebatos. Cuando subió el capitán Iriondo, encontró á Sánchez Morueta paseando casi á saltos por el despacho, como una bestia enjaulada, las manos atrás y la cabeza baja.

El rostro del hijo belicoso de la tía Jeroma apareció en la compuerta. ¿Ya escapó ese cerdo? preguntó paseando una mirada siniestra por el lagar. Y como le respondiesen que , se apresuró á desempaquetarse.

¡Don Melchor!... ¿cómo le va?... Y no pasó por el lado de alguna persona sin provocar exclamaciones análogas a las que invariablemente respondía dando la mano y con frases amables. ¡Qué popularidad tienes aquí! le dijo Lorenzo. ¿Y dónde no?... le interrumpió Baldomero, si donde está D. Melchor está la fiesta... está la risa... ¡Si es como una gran alegría que anda paseando!

Nela, tengo que hablarte de una cosa que te hará saltar de alegría dijo el ciego, cuando estuvieron lejos de la casa . ¡Nela, yo siento en mi corazón un alborozo!... Me parece que el Universo, las ciencias todas, la historia, la filosofía, la Naturaleza, todo eso que he aprendido, se me ha metido dentro y se está paseando por ... es como una procesión.

Hablé para hombres dijo Toledo con orgullo , para hombres estropeados por la guerra; un público de héroes... No ha habido en el entierro una sola mujer. Esto fué lo más interesante para el príncipe: «Ni una mujer.» Y volvió á preguntarse una vez más qué sería de Alicia. Al caer la tarde, cuando estaba paseando por sus jardines, vió venir á lady Lewis precedida del coronel.

Habéis estado en la isla toda la noche; esa mujer cantaba sus cosas como una loca... Pero ¡rediós! ¿es que no hay casas en el mundo? ¿es que os divertís así más, paseando a cielo abierto vuestro enredo para que todo Cristo se entere?

Cuando don Germán y su amigo Gustavo Núñez entraron en su cuarto por la mañana le hallaron paseando de un lado a otro con el periódico en la mano y rechinando los dientes. ¡Claro, esto ya me lo presumía yo! ¿Cómo es posible que Estévanez viera con buenos ojos mi triunfo? ¡Y abrazándome ayer el hipócrita! ¡el canalla!

No; decididamente, él no podía seguir paseando por aquella parte de la feria. Volvían a reaparecer las tristes ideas de la tarde; pensaba otra vez en su madre. Además, de seguir por cerca de los pabellones, estaba expuesto a encontrarse con su familia, con el señor Cuadros, con cualquiera otro que le hiciera acordarse de lo que él tenía empeño en olvidar.