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19 Y el ángel echó su hoz aguda en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y la envió al grande lagar de la ira de Dios. 20 Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos por mil seiscientos estadios.

El infiel esposo de esta señora, nuestro amigo Regalado, salió del lagar, echó una mirada por el campo y dirigiéndose á los jóvenes que allí había, en el tono zumbón é impertinente que le caracterizaba les habló de esta manera: Llegó el momento, mozos valerosos, de que probéis vuestra enjundia delante de las hermosas de Entralgo.

Después se dirigieron a Andrés muy finos. Cuando usted guste, caballero. Vamos allá... Adiós, D José... Celesto, hágame el favor de avisar a mi tío... Hasta la vista, señores. Los circunstantes le vieron marchar con asombro y tristeza. Antes de entrar en el lagar tropezó con Tomás. El paisano bajó la vista ante la mirada fija y provocativa del joven.

Pensaba en el dolor de su buen primo cuando al volver hallase profanado, destruído el agreste retiro donde tanto se placía. Los conspicuos, al regresar de Villoria, se detuvieron frente á Entralgo y bajaron al lagar de D. Félix, donde les tenían preparado un banquete. Se festejaba con él la feliz inauguración del ferrocarril minero.

En algunas viñas, los dueños, impulsados por el miedo de perder la vendimia, «pasaban por todo», pero acariciando en la rencorosa mente la esperanza de la represalia así que sus racimos estuvieran en el lagar. Otros, más ricos, «tenían vergüenza», según declaraban con caballeresca arrogancia, negándose a todo arreglo con los rebeldes. Don Pablo Dupont era el más fogoso de ellos.

Entonces respondiendo Jesús, les dice: Tampoco yo os diré con qué facultad hago estas cosas. 1 Y comenzó a hablarles por parábolas: Plantó un hombre una viña, y la cercó con seto, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a labradores, y se fue lejos. 2 Y envió un siervo a los labradores, al tiempo, para que tomase de los labradores del fruto de la viña.

El arroyo del valle se aumentó con la sangre que salía de las aplastadas carnes, como el vino del lagar, y arrastró humanos cuerpos y miembros triturados como arrastraba los guijarros en tiempo de tormenta. Perecieron todos los guerreros francos, confundidos unos con otros en sangrienta masa.

Se aguarda unos días á que «siente el fruto», y mientras tanto, bárrese el lagar, se revisa y arregla la prensa, la viga, el huso, friéganse los toneles y barricas y se renuevan los arcos que han perdido. Un grato aroma de manzana madura se esparce por todo el lugar.

Parecían sentir profundo desprecio por aquellos aldeanos y sus juegos. Delante de la puerta del lagar de D. Félix había un numeroso grupo de hombres. Entre ellos estaba Jacinto de Fresnedo rodeado de sus amigos los montañeses de Villoria, que se habían bajado del castañar poco hacía por consejo de Nolo.

Por indicación del seminarista, muy versado en estos asuntos, bajaron al lagar de don Pedro, situado en el fondo del valle, a unos trescientos pasos del pueblo. Era un edificio rústico, que por un lado miraba a la pomarada y por otro a un vasto campo de regadío, en el cual, por ser el único sitio llano y despejado que había cerca, celebrábase la romería, con permiso de su propietario.