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¡Ay, no, no Butrón! dijo Currita con melancólico acento No crea usted que me hago yo ilusiones algunas; muy bien que no hay rival tan temible para una mujer como la sota de bastos o la esperanza de una cartera...

Por dicha, aunque no entrevemos bien si merced a tan feroz resolución o independientemente de ella, el conflicto pasa, las cosas toman mejor cariz, los tiempos se acercan, la esperanza luce y el poeta escribe su flamante apocalipsis y nos anuncia su Buena Nueva en no corta serie de animados cuadros. Según él, la miseria que nos rodea es la noche que precede a las grandes claridades.

Algunas veces, cuando se echaba vino en el vaso, decía sentenciosamente: Cuando se está en buena compañía, se puede beber impunemente tanto como se quiera. Germana comía siempre con buen apetito cuando el capitán estaba allí. Aquel amable cojo, tan obstinadamente apegado a la vida, le hacía acariciar una dulce esperanza y la obligaba a creer en el porvenir.

Semejante a aquel palacio de los cuentos, en el cual se entraba por una puerta riendo y salíase por la otra llorando; ¡cuántos y cuántos habrían penetrado en el fatal recinto, con la sonrisa de la esperanza en los labios, y salido con las lágrimas del desengaño en los ojos!

Poco después viene también el joven Aurelio, amante de Eugenia, y que se ha separado hace poco de una expedición emprendida para extirpar el cristianismo, con la esperanza de congraciarse el favor del padre de su amada.

Entonces exclamo desde el fondo de mi conturbado corazón: Mi virtud desfallece; Dios mío, no me abandones. Apresúrate a venir en mi auxilio. Muéstrame tu cara y seré salvo. Así recobro las fuerzas para resistir a la tentación. Así renace en la esperanza de que volveré al antiguo reposo no bien me aparte de estos sitios.

Pero de la ignorancia misma nace una esperanza consoladora. Hay en todo algo de misterioso que induce á no tener por absurdos los cambios más radicales. Los españoles son los mismos de siempre. Dios lo puede todo. Sus designios son inexcrutables. Y ya que nada de transcendental saquemos en claro del último libro del Sr.

ABIND. Mi bien, alma y vida; La esperanza entretenida, Ansí negocia el favor. JARIFA. Luego ¿diréte mi bien? ABIND. ¿Soy tu bien? JARIFA. . ABIND. Pues bien dices, Y por que ansí le autorices Al amor contra el desdén. JARIFA. Luego, si mi alma eres, ¿Ansí tengo de llamarte? ABIND. ¿Eso tengo de enseñarte, O es que decirlo no quieres?

Un valiente está encargado de un puesto peligroso: el riesgo crece por momentos; á su alrededor van cayendo sus camaradas: los enemigos se aproximan cada vez mas; apénas hay esperanza de sostenerse, y la órden para retirarse no llega. El desaliento entra por un instante en el corazon del valiente; ¿á qué morir sin ningun fruto?

Tener hijos, un hijo en quien él mismo reviviera, eso daría nuevo impulso a su vida y una hermosa finalidad a sus energías... Cuando se examina a fondo, Delaberge llega a confesarse que, en ese cambio de vida, lo que con mayor fuerza le atrae no son precisamente los encantos de la compañía conyugal, sino la esperanza y las alegrías de la paternidad.