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Como los seres nerviosos que después de un esfuerzo extraordinario caen en desaliento mortal, él, tras la tarde de agitación y la noche pasada en los bancos del paseo, sufriendo el húmedo relente, sentíase enfermo. Su estómago le atormentaba, recobrando sus funciones después de la crisis nerviosa.

Marchaba con cierto desaliento, como el que se ve obligado á seguir adelante contra sus fuerzas. Vió su rostro sin verlo. Era triste, profundamente triste, con la melancolía del caído que tiene conciencia de su abyección y la considera sin remedio, por ser obra de un fatalismo irresistible, por estar sus causas más allá del radio de la voluntad.

¡Faltan más de seis días! exclamó con desaliento al oír las explicaciones de Ojeda . Hoy es domingo, y no llegaremos hasta el sábado próximo. ¡Qué largo!... Casi una semana para ver a mi John... Y con cierto sobresalto notó Fernando en sus palabras una gran sinceridad amorosa, un deseo vehemente de recién casada que vuelve al lado de su marido después de la primera ausencia.

Bien puede ser así dijo Robledo, que necesitaba mostrarse igualmente optimista. Le había infundido al principio una gran inquietud el desaliento de su amigo, y prefería ayudarle á recobrar cierta confianza en el porvenir. Así pasaría mejor la noche. Verás como todo se arregla, Federico. No concedas demasiado valor á lo que dicen los antiguos parásitos de Fontenoy, aconsejados por el miedo.

La ciudad visitada á impulsos de la esperanza por los enfermos del catolicismo se veía invadida ahora por una muchedumbre no menos dolorosa, pero vestida de carnavalescos colores. Todos, á pesar de su desaliento físico, tenían cierto aire de desenfado y satisfacción. Habían visto la muerte de muy cerca, escurriéndose entre sus garras huesosas, y encontraban un nuevo sabor á la alegría de vivir.

El ruiseñor cantaba en el sauce melancólicamente, como saludando una ilusión que se aleja. Mira, mi vida dijo Leonora. El pobrecito nos despide. Oye como nos dice adiós. Y súbitamente, en su fatigado desaliento, anonadada y muelle por la noche de amor, sintió la llama del arte, estremeciéndola de pies a cabeza.

«¡Qué miserable soy en estas horas de desaliento! ¡Qué infamias estoy pensando!...». Se ahogaba en el balcón. Quiso bajar a la huerta, al Parque; sin pedir luz ni encenderla, alumbrada por la luna, atravesó algunas habitaciones buscando la escalera del parterre; pero al pasar cerca del despacho de Quintanar, cambió de propósito y se dijo: «Entraré ahí; ese debe de tener fósforos sobre la mesa.

Iría al cortejo; tenía buenos compañeros que le defendiesen en caso de apuro. Y miraba la escopeta colgada de la pared, luego de pasar sus ojos por la faja, donde ocultaba el revólver. Pep bajó la cabeza con desaliento. Lo mismo había sido él cuando joven. Las mujeres hacen cometer las mayores locuras. Era inútil insistir para convencer al señor, testarudo y soberbio como todos los suyos.

A media noche dejé la pluma, y leí, y releí mi carta: seis pliegos escritos por las cuatro carillas. Presa de un desaliento inexplicable metí los pliegos en el sobre. No; no decían aquellas páginas lo que sentía mi corazón.

¿Y por qué no se le dan alimentos sanos, buenos caldos, leche, huevos? Y no que lo que come no son más que mariscos. ¡No quiere! respondió con desaliento el padre. Morirá de mal mandada opinó Momo, que se había apoyado cruzado de brazos en el quicio de la puerta.