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Volvió a encorvarse sobre los remos bogando por el centro del río, sobre las aguas que temblaban reflejando la luna, como si quisiera que la arboleda de ambas orillas gozase por igual en la contemplación de la amorosa escapatoria.

-, señorito..., le está a usted esperando. Y me introdujo en aquella sala discreta, misteriosa, donde tantas noches había resonado el leve murmullo de mi charla amorosa con Gloria.

No merece tanto, porque el hombre cuyo valer futuro descubrió ella en su amorosa visión profética, vale mil y mil veces menos que el que por esfuerzo de su reveladora inteligencia y de su enérgica voluntad ha duplicado o triplicado la grandeza del mundo conocido, y ha magnificado el concepto de la creación en toda mente humana.

Replicóle la marquesa con una amorosa sonrisa: Vm. responde como un mozo de Vesfalia; un Francés me hubiera dicho: Verdad es, Señora, que he querido á Cunegunda, pero quando la miro á vm., me temo no quererla. Yo, Señora, dixo Candido, responderé como vm. quisiere. La pasión de vm., dixo la marquesa, empezó alzando un pañuelo, y yo quiero que vm. alce mi liga.

Esperaba terminar una aventura amorosa, gratísima, bastante sentimental para que no fuese grosera, y lo menos trágica y lúgubre de cuantas aventuras puede haber en el mundo. Así es que el Vizconde pensó, primero, que Rafaela quería embromarle con todo aquello, aunque la broma era harto pesada.

Pense yo que no tenia Amor poder entre esclavos; Mas en sus recios clavos Muestra mas su gallardìa. Qué buscas en la miseria, Amor, de gente cautiva? Dexala que muera ó viva Con su pobreza y laceria. No ves que el hilo se corta De esa tu amorosa estambre Aqui con sed y con hambre A la larga ó á la corta?

Lubimoff sonrió con cierta lástima. ¿Amorosa usted, lady?... Ella siguió hablando, como si le molestase la extrañeza de su oyente. ¿Qué era el amor de los otras mujeres comparado con el suyo? Ponían su ternura, su deseo de sacrificio, en un solo hombre. Más allá de él no encontraban nada digno de interés.

Conocía este tipo y sabía cómo se le trataba. Pero fue inútil. En el poco tiempo que pudo aprovechar para hacer la prueba de su sabio y complicado sistema de seducción, don Carlos no echó de ver siquiera que se le tendía una red amorosa. Por aquella época era él casi sansimoniano.

Interesa entonces á la Reina convencer á Roberto de la verdad de su aserto con el ejemplo de su propia hermana; excita á Lisardo, que ya ha puesto en aquélla los ojos, á apurar su sagacidad para obtener una cita amorosa. Agrada el plan á Lisardo, y encarga su ejecución á Ramón, su astuto criado.

Examinaba todas las mañanas, con la atención de un médico que ausculta á un enfermo, aquel dique que debía obstruir el río de orilla á orilla y estaba sin terminar, primeramente por la distracción amorosa de sus constructores y después por su rivalidad mortal.