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Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

Al ver al torero en las inmediaciones de la plaza se aproximaron a él algunos individuos astrosos, parásitos del circo, vagabundos que dormían de limosna en las cuadras, sustentándose con la caridad de los aficionados y las sobras de los que comían en las tabernas inmediatas.

Se asomó a la cocina, inmensa dependencia donde se preparaban en otros tiempos los famosos banquetes de los Febrer, rodeados de parásitos y generosos con todos los amigos que llegaban a la isla. Madó Antonia parecía más pequeña en esta habitación de dilatados términos, junto a la gran chimenea del hogar, que podía admitir un montón enorme de troncos, asando a la vez varias piezas.

Maltrana, al llegar a la puerta, tenía que abrirse paso entre dos hermosos galgos de elegante delgadez y otros perros de lanas sucias y colgantes, feos, plagados de parásitos, pero que gozaban de una fama igual a la del amo, por sus sorprendentes habilidades. Dentro se hallaba el Mosco.

Un estremecimiento de respeto, de devoción instintiva pasaba por él, haciéndole olvidar el suceso de poco antes, sumiéndolo en religiosa admiración. ¡El mar!... Pensaba, sin saber por qué, en los más remotos ascendientes de la humanidad, en los primeros hombres, miserables, apenas salidos del animalismo original, martirizados y repelidos de todas partes por una Naturaleza hostil en su exuberancia, como el cuerpo joven y vigoroso anula o aleja los parásitos que se empeñan en vivir a costa de su organismo.

Como usted lo sabe, durante los dos últimos años se ha visto rodeado por aventureros y parásitos de todas clases, como les sucede siempre a los hombres ricos, a los cuales, Ford, su secretario, ha conseguido mantener a buena distancia. Puede ser que les fuera conocida la existencia de ese precioso objeto, y que mi pobre padre haya sido víctima de alguna trama infame.

En los infinitos huecos de aquella fabricada montaña habita la salvaje república de palomas, ocupándola con regio y no disputado señorío. Son los parásitos que viven entre las arrugas de la epidermis del coloso. Es fama que no les importan nada las revoluciones; ni en aquel libre aire, ni en aquella secular roca hay nada que turbe el augusto dominio de estas reinas indiscutidas e indiscutibles.

«Pero Nepomuceno, Körner, el primo Sebastián, Marta, las de Ferraz, Minghetti, no iban a parir; ¿por qué no se atrevía con ellos? ¿Por qué no echaba de casa a los parásitos? ¿Por qué no ponía orden en los gastos, y orden en las costumbres de su hogar, inundado por aquel holgorio perpetuo?... Sobre todo, ¿por qué no se encerraba con Nepomuceno y le decía: ¡Eh, eh, amiguito; hasta aquí hemos llegado!

Es un Anacreonte del follaje, un poeta que declama á gritos con la copa entre los labios y los ojos en el cielo. Pero los sedientos la acechan; los parásitos acuden para explotar su desinterés. Un rezumamiento de líquido azucarado en los bordes del brocal denuncia los placeres divinos de su recogimiento.

El príncipe les dió unos cuantos billetes y siguió adelante, mientras ellas corrían á jugar este dinero, después de agradecer el regalo con una sonrisa de calavera, último resto de la gracia profesional. Pronto dejó de fijarse en todos los parásitos que vivían pegados á los engranajes de la formidable máquina, nutriéndose con las migajas de su trituración.