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me guardas las cartas hasta que te las pida, si por casualidad he de permanecer fuera más tiempo. En cumplimiento de este encargo, el día de su regreso le entregó Pepe tres o cuatro cartas, diciéndole, al dárselas en el cuarto de la fonda, mientras les preparaban el almuerzo: ¿Sabía ella con seguridad cuándo te embarcabas? Fijamente, no. ¿Por qué?

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Los preparativos de guerra empezaron, pues, con igual ardor en Chilecito y en los Llanos; y el rumor de los aciagos sucesos que se preparaban, llegó hasta San Juan y Mendoza, cuyos gobiernos mandaron un comisionado a procurar un arreglo entre los beligerantes que ya estaban a punto de venir a las manos.

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Se preparaban simplemente para defenderse de una agresión casi segura. Querían sostener su dignidad, atropellada continuamente por las más inauditas pretensiones. ¿No serán los otros pueblos preguntó los que se ven obligados á defenderse, y ustedes los que representan un peligro para el mundo?...