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Aceros afilados y agudos, aceros que despedían centellas eran las miradas de ambos. Parecían querer uno y otro penetrar con ellas hasta el alma. El juez y el comisario se vieron obligados a interponerse. ¡Diga usted de dónde viene su certidumbre! intimó el primero. ¡De todo, de todo!

Se preparaban simplemente para defenderse de una agresión casi segura. Querían sostener su dignidad, atropellada continuamente por las más inauditas pretensiones. ¿No serán los otros pueblos preguntó los que se ven obligados á defenderse, y ustedes los que representan un peligro para el mundo?...

Una ansiedad dolorosa había conmovido a los servidores de la casa, todos obligados, por innúmeros favores, a guardar a su señor una fidelidad sagrada, y todos capaces de cumplir esta noble obligación. ¿Acertaría el de Luzmela en los pronósticos que hacía de su muerte? ¿Iría a caer ya, marchito para siempre, aquel único tronco de la ilustre casa de la Torre y Roldán?...

Siempre de pie al lado de él, Nancy se inclinó para darle un beso; luego le dijo: , temo que nos veamos obligados a renunciar a la esperanza de tenerla por hija. No sería razonable que quisiéramos hacerla venir a nuestra casa contra su voluntad. No podemos cambiar su educación ni el resultado de ella.

Cuando los cofrades, obligados al silencio bajo pena de pecado, marchaban solos en la procesión, estos impíos, a quienes el vino quitaba todo escrúpulo moral, colocábanse junto a ellos, murmurando en sus oídos las más atroces injurias contra sus incógnitas personas y contra sus familias, que no conocían.

No, señor; no, señor; poco a poco replicó acaloradamente Julián . No sólo estamos obligados a ser buenos, sino a parecerlo; y aún es peor en un sacerdote, si me apuran, el mal ejemplo y el escándalo, que el mismo pecado. Usted bien lo sabe, Eugenio; lo sabe mejor que yo, porque tiene cura de almas.

Y sin embargo, no sería difícil... ¿O espera usted todavía que salga libre junto con usted? La intención de usted era y sería muy laudable, si no ofendiera a aquella verdad que nosotros estamos tan obligados a descubrir como ustedes a reconocer... ¿Qué dice usted?... interrogó la joven con un movimiento de indiferencia.

¡Y nosotros obligados á servirles!... continuó gimiendo la mujer . Están locos: parecen otros hombres. Los soldados dicen que se marchan al amanecer. Hay una gran batalla, van á ganarla, pero todos necesitan pelear en ella... Mi pobre marido ya no puede más. Tantas humillaciones... Y mi hija... ¡mi hija!... Esta era su mayor preocupación.

Eso es verdad interrumpió el artillero-cirujano-calafate , nada bebe tanto como un herido; son lo mismo que los borrachos, siempre tienen la boca seca. Y cuando estemos sin agua y sin galleta, ¿será el señor Kernok el que os dará lo que falte? Nos veremos obligados a comer nuestra carne y a beber nuestra sangre, como tendrán que hacer ellos; ¡vaya un alimento perro!

Los que poseían algún dinero estaban obligados á emprender una peregrinación de tienda en tienda ó formar cola á la puerta de los Bancos para cambiar un billete. ¡Ah, la guerra! ¡La estúpida guerra! En mitad de los Campos Elíseos vieron á un hombre con sombrero de alas anchas, que marchaba delante de ellos lentamente y hablando solo.