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Los chicos de la calle la miraban como el hombre que besaba a doña Camila; la cogían por un brazo y querían llevársela no sabía a dónde. No volvió a salir sin el aya. A Germán no había vuelto a verle. He escrito a tu papá diciéndole lo que eres. En cuanto cumplas los once años, irás a un colegio de Recoletas.

Como los dos querían evitar un encuentro con los grupos que regresaban al pueblo, siguieron avanzando lejos del río, por donde empezaba á elevarse el terreno, formando la pendiente de la altiplanicie pampera.

Madre abuela les dijo que había aquí un cirujano de los pocos; mas ellos no lo querían creer.

Se leyó el pedimento, y gritaron á una: que aquello era lo que pedian, y lo único que querian se egecutase. Seguidamente se leyeron varios capítulos que habia meditado el Exmo. Cabildo para el caso en que se hiciese lugar á la ereccion de la nueva Junta.

La resistencia de él era puramente espasmódica, y mientras se defendía de los cuatro brazos que querían contenerle y arrancarle el cuchillo, decía con voz ronca: «Le siego el pescuezo y la...». Después se supo que Papitos tenía la culpa, porque le había irritado, contradiciéndole estúpidamente.

Los Cristianos, firmes en los artículos de la capitulacion que se les habia otorgado por los Sarracenos conquistadores de Córdoba, no querian vender á Abde-r-rahman el templo en que este habia fijado sus miras, y que era una espaciosa basílica cuya posesion compartian con los sectarios del Profeta : pues los Musulmanes, en efecto, fieles á la práctica entre ellos establecida por consejo del Califa Omar, de dividir con los Cristianos las iglesias de las ciudades conquistadas, al tomar á Córdoba habian partido en dos la principal de sus basílicas, dejando una mitad á los naturales y apropiándose la otra, que habian al punto convertido en mezquita.

Se preparaban simplemente para defenderse de una agresión casi segura. Querían sostener su dignidad, atropellada continuamente por las más inauditas pretensiones. ¿No serán los otros pueblos preguntó los que se ven obligados á defenderse, y ustedes los que representan un peligro para el mundo?...

Pero Carrascosa, aunque era buen observador, no pudo advertir al breve resplandor de aquella mirada fugaz como un relámpago, los dos abismos que, abierto el uno frente al otro, se contemplaron un instante, mostrándose todo su horror. No se crea por esto que tía y sobrina no se querían bien, no: se amaban, si cabe expresarlo así; se amaban como pueden amarse dos personas que se fastidian juntas.

De donde se infiere claramente que habiendo sido el primer blanco y principal fin de sus Reales ánimos en tan gloriosa empresa la mayor honra de Dios nuestro señor y propagación de nuestra santa fe á que tan frecuente y liberalmente han concurrido con sus Reales haberes posponiendo la extensión de sus dominios á la de la Santa Iglesia, no nos podemos persuadir que cuando firmaron los presentes tratados se pudiese imaginar ni á mucha distancia prevenir que pudiese llegar el caso doloroso que ya estamos tocando en el peligro de que apostaten de la fe treinta mil almas que son las que hay en los siete pueblos, y que no sin fundamento temamos próximamente sigan el mismo errado camino sesenta y nueve mil trescientas treinta y nueve que están en los pueblos del Paraná, por saber están todos alborotados para salir á ayudar á sus paisanos en caso de guerra en que también habrán de dejarlos los Padres y por consiguiente resultará de la perdición de 100.000 almas cristianas un necesario escándalo para todo el mundo y más para los herejes que imprimirán en sus mercurios por la afrenta de la cristiandad que los ministros de los Reyes que siempre han tenido por timbre de sus Coronas estar bajo de las banderas de Jesucristo para defender y propagar su iglesia han abandonado la más florida cristiandad de los indios y aun obligado por el cumplimiento de sus tratados á la ruina eterna de 100.000 almas y dado con este destrozo ocasión á que innumerables almas de infieles que están ya á las puertas de la iglesia se retiren fugitivos y se recelen de los Misioneros confirmándose en el errado dictamen que tuvieron los indios Guaraníes en el principio de su conversión, creyendo que los Padres querían hacerlos cristianos para entregarlos después á los portugueses ó para hacerlos esclavos de los españoles, aprensión que no depusieron hasta que vieron que por su defensa murió á manos de sus enemigos del golpe de un balazo el V. P. Diego Alfaro que entonces era Superior de las Misiones.

He oído decir muchas veces que los jóvenes de aquel tiempo amaban poco a su patria. la amaban y con todas las fuerzas de su corazón; pero no querían para ella agitaciones y turbulencias, ni avances peligrosos ni retrocesos inútiles.