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Todos me conocían, me vieron crecer y me tuteaban.... Me detuve en un tenducho, y pregunté por don Román López. El tendero salió a la puerta, y señalándome una casa me dijo: ¡Allí, joven, allí!... ¡En aquella casa pintada de amarillo! ¡El ruido de los muchachos le dirá dónde! ¡Allí está la escuela! ¿Y si mi buen maestro, si el pomposísimo no me recibía cariñosamente?

Las buenas madres, que sabían el trabajo de conservar a las criaturas sanas y lindas; las madres indolentes, que conocían el fastidio de ser molestadas, cuando se cruzaban los brazos o se rascaban los codos por las predisposiciones de los chicos, que sólo empiezan a mantenerse firmes en las piernas, se tomaban el mismo interés que hacer conjeturas.

Y si este parapeto servía para ofender a los que intentaran socavar los cimientos de la torre, la disposición de su ferrada puerta, como usted ve, no al medio, sino a un costado de esta fachada de Occidente, hace creer que se flanqueaba la entrada por medio de un balcón saliente, de piedra con matacanes o saeteras, situado en el centro y a la altura del primer piso, donde ahora se ve esa ventana cuadrada, mal acomodada al arco de salida que interiormente se conserva, y no hay en los otros dos frentes, provistos de ventanas ojivas o treboladas, mientras el del Norte sólo tiene las saeteras o aspilleras de todos... Vea usted sobre la puerta un pequeño escudo: acaso es el único que se conserva de los primitivos que se usaron, porque no tiene cimera o celada; y en la orla de dos ríos, toscamente diseñados, se ven armas y trofeos militares, aún más confusos, que algunos han tomado por letras desconocidas, y a otros se les antojaron cabezas de serpientes, cuando eran ellos los que no conocían las catapultas, escorpiones y bodoques usados como máquinas ofensivas antes de la invención de la pólvora, ni la caldera y pendón, insignia de los ricos-hombres o caudillos de mesnada.

Por este tiempo conoció, o para hablar con más propiedad, trató, pues en Sarrió todos se conocían, a su novia actual, la señorita de Belinchón. Un día su tío le envió a casa del rico comerciante con encargo de preguntarle si podría darle una letra sobre Manila.

Pensó hablar á Gurdilo, si es que aún no había empezado su interpelación al gobierno. No se conocían, pero él desde unos días antes era un personaje célebre, del que se ocupaban mucho los periódicos, y bien podía permitirse la libertad de hacer una visita á un compañero suyo de gloria. Dentro del Senado, al preguntar por el famoso orador, se convenció de que había llegado tarde.

Por otra parte, mostraba señales de heridas que, aunque no se divisaban, nos hacía entender que eran arcabuzazos dados en diferentes rencuentros y faciones. Finalmente, con una no vista arrogancia, llamaba de vos a sus iguales y a los mismos que le conocían, y decía que su padre era su brazo, su linaje, sus obras, y que debajo de ser soldado, al mismo rey no debía nada.

Los había que conocían igualmente la doble atracción; Castro, por ejemplo. El sólo había sentido interés por el amor é ignoraba el placer del juego. Al levantarse de la mesa, siempre con ganancia, no experimentaba la tentación de volver.

Veíamos salir y entrar las barcas; veíamos a los chicos que se chapuzaban, desnudos, en la punta de Cay luce, y a los pescadores de caña haciendo ejercicio de paciencia. Los pescadores nos conocían. ¡Qué sorpresa cuando aparecía, al final de un aparejo, un pulpo con sus ojos miopes, redondos y estúpidos, su pico de lechuza y sus horribles brazos llenos de ventosas!

No era el Fusang el mundo de Colón, sino un país imaginario donde la fantasía vulgar y materialista de los chinos ponía mayor fertilidad, abundancia y riqueza que los europeos pusieron más tarde en el Dorado. Lo único cierto era que más al oriente del Japón poco o nada conocían los chinos.

Luego, hasta las más adustas acababan por perdonarlas. «Unas locas estas Maxeville.... ¡Pero tan buenasTodos conocían su existencia en un quinto piso, sin otra servidumbre que una vieja doméstica que hacía oficios de madre, suspirando al recordar las extinguidas grandezas de Su Excelencia el ministro plenipotenciario.