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Porque contestó al fin lentamente, en una voz trémula y tan baja, que apenas pude oír las fatales palabras que pronunció ¡porque ya estoy casada! ¡Casada! exclamé tartamudeando y quedándome rígido. ¡Y su esposo! ¿Cómo se llama? ¿No adivina usted? me preguntó. ¿No lo sospecha? El hombre que ya ha tenido oportunidad de conocer: Herberto Hales.

Vamos, maese Marner, ¿no tenéis qué responder, a esto? dijo al fin el señor Macey con un tono lentamente impasible. ¡Ah! respondió Marner con lentitud, sacudiendo la cabeza entre las manos , os doy las gracias, os doy las gracias con todo corazón.

Este se hallaba magullado, roto y en un estado de desfallecimiento tal, que no podía andar sino á pasos cortos y vacilando á cada momento. El militar le sostuvo con fuerza, y andando con él muy lentamente, le preguntó dónde estaba su casa para llevarle á ella.

Los jóvenes hicieron un gesto de sorpresa, y Juanita continuó lentamente y con voz temblorosa, a causa de la emoción: Si se presentase una persona que busco y que no he podido volver a ver, y a quien pertenece toda esta fortuna, aun después de mi muerte, Fernando, será preciso devolverla... ¿Me lo jura? Fío en su honor.

Lo llama por su nombre, le echa los brazos al cuello y trata de apartarle las manos del rostro; y, como todo es inútil, se deshace también en lágrimas. Al ruido de sus sollozos se levanta Juan lentamente y mira a su alrededor, con mirada terrible. Ve unas ropas colgadas de la pared; ropas de niño de una época muy antigua. Las conoce perfectamente.

Movido por el despecho y también por el vehemente deseo de conocer la causa de tan incomprensible enemiga, Delaberge abandonó a su vez la sala. Desde los umbrales de la alcaldía vio a Simón Princetot despidiéndose de sus amigos y atravesando lentamente la plazuela. El inspector general apretó el paso y le alcanzó ya bajo los tilos del paseo.

El sol de Junio alumbraba y quemaba en la plaza a unos cuantos niños medio desnudos que jugaban arrastrándose por el suelo. Andrés la atravesó lentamente, como quien marcha a la ventura, y fue a salir por el extremo opuesto de la aldea. Allí se abría una cañada que iba a la montaña, por donde bajaba un arroyo tributario del río de las Brañas.

Una voz bravía de cantor nómada entonaba una jota, venerable música del terruño, miedosa de aventurarse en el centro de Madrid y que se extingue lentamente en el refugio de los barrios populares.

Acudieron en tropel á su mente los pensamientos dolorosos que á la tarde le habían asaltado en su habitación cuando el sol se ponía y las sombras iban envolviendo lentamente los ámbitos de la sala. La imagen celeste de la condesa vino sobre las alas del viento á soplar la llama que le estaba consumiendo. Era preciso alejarse ó morir.

Entró lentamente el bufón, abarcando en una mirada sombría el aposento.