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La época de la Revolución, cuando estaban caídos y había que hacerse respetar escopeta en mano; las desesperadas batallas electorales, en las que se alcanzaba el triunfo pasando sobre algún muerto; los galopes audaces en víspera de escrutinio, a través de los campos, envueltos en la sombra de la noche, sabiendo que por cerca estaba emboscado el roder de carabina certera, que había jurado su muerte; los procesos interminables por coacción y violencias que hacían vivir en perpetua angustia, esperando de un momento a otro la catástrofe final, el presidio con la pérdida de los bienes.

Discutieron un rato sobre si darían por terminado el paseo en aquel punto, yéndose cada cual a su casa; pero al fin Miquis hizo triunfar su propósito de almorzar en uno de los ventorrillos cercanos a los Campos Elíseos.

El nicho ó la cruz revela el sentimiento profundamente religioso de aquellas gentes; la fuente indica la prevision caritativa, en beneficio del viandante y sus caballerías. Hasta hace poco tiempo las gentes de los campos alimentaban ciertas preocupaciones groseras que les eran muy nocivas.

Déseles, al contrario, la alegría de bañarse en los lagos y en los torrentes de la montaña, hágaseles pasear por los ventisqueros y los campos de nieve, lléveselos á escalar las elevadas cumbres.

Despidióse de sus amigos, que los tenía muchos y muy buenos; prometióles que el verano siguiente sería con ellos, si enfermedad o muerte no lo estorbase; dejó con ellos la mitad de su alma, todos sus deseos entregó a aquellas secas arenas, que a él le parecían más frescas y verdes que los campos Elíseos.

El cura aragonés se había dejado arrebatar por otra devota millonaria, fatigado sin duda de las exageradas comodidades que le proporcionaba su penitente y de las observaciones astronómicas sobre los tejados de los Campos Elíseos. Ahora tenía alojado en su vivienda á un monseñor, obispo in pártibus, que canalizaba el dinero de la viuda hacia muchas obras pías de su invención.

Sin duda continuaba yendo como antes a la granja, para ocuparse del niño y de la casa, ya entonces sabía que lo hacía por amor a Marta y no por , pero había como un acuerdo tácito entre nosotros para evitarnos. Ella elegía las horas en que sabía que yo estaba afuera, en los campos o en los establos, y yo no volvía a casa antes de haberla visto desaparecer detrás del portón.

Me instalé en un palacio de la avenida de los Campos Elíseos, y fuí terrible.

Aquí, pues, los dejemos, descansando Los unos y los otros muy gozosos, El tiempo en regocijos empleando Por los campos y prados deleitosos: A Juan Ortiz volvamos, que penando Está con sus soldados lastimosos: Al que quisiere ser bien informado, Serále en otro canto relatado. En este canto se trata de las crueles y terribles muertes que los indios daban

¿Y quién es Pablo? Ese señorito ciego, a quien usted encontró en la Terrible. Yo soy su lazarillo desde hace año y medio. Le llevo a todas partes; nos vamos por esos campos paseando. Parece buen muchacho ese Pablo. La Nela se detuvo otra vez mirando al doctor. Con el rostro resplandeciente de entusiasmo, exclamó: ¡Madre de Dios! Es lo mejor que hay en el mundo. ¡Pobre amito mío!