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Era, sin duda, objeto, de parte de miss Percival, de atenciones y favores especiales; gustábale a ella hablar larga, muy largamente a solas con él... mas ¿cuál era el eterno, el inagotable tema de estas conversaciones? ¿Juan, aún Juan, y siempre Juan? Pablo era ligero, disipado, frívolo, pero volvíase serio apenas se trataba de Juan; sabía apreciarlo, sabía amarlo.

Mucho me pesaría replicó Juanita de que hiciese tal cosa; pero en esta nueva ocasión no sería eso lo que él haría, sino algo que yo lamentaría mil veces más. Yo quiero que él y vuecencia, a quien debe él tantos favores, sigan siendo buenos amigos. Para ello es indispensable que se reporte vuecencia y no me falte.

En el fondo del alma, y a pesar de los elegantes trajes de paño inglés que se le había hecho vestir, continuaba considerándose el antiguo escribiente de D. Diego, a quien había pagado sus favores con la más negra ingratitud. Todos los Valcárcel eran para él los señoritos.

Nunca se oye que algún caballero se alabe de los favores, que le ha concedido su dama; hablan de ellas con tanta veneración y tanto respeto, como si fuesen sus reinas.

Viviremos juntos, y... Cristo con todosClaro está que Valeria, deshecha en lágrimas de gratitud, aceptó aquella nueva demostración de cariño, aunque en el fondo de su alma, y con aprobación de su futuro marido, estuviese resuelta a no aceptar favores que, por excesivos, redundaran en perjuicio de su amiga.

Confieso que me he engañado torpemente dijo el padre Aliaga ; es cierto que no había creído llegasen á un extremo criminal los favores de su majestad á ese joven; pero temía que él hubiese interpretado mal algún favor de la reina. Para que acabéis de tranquilizaros, fray Luis, sabed que á quien ese caballero enamoró fué á . Y me enamoró de un modo que... llegó á engañarme, creí que no mentía.

Los Reyes, aunque muchos favores le ofrecieron, pero sólo le dieron disfavores. »Fué Antonio Perez hombre agudo de ingenio, pero desgraciado; mui principal y noble, de que en mi Monasterio Real de Huerta, depositario de la Nobleza de Castilla, Aragon, Navarra y otras partes, ay testimonios graves. Pero lo principal es la seguridad que nos dexó esta Santa Madre de que está en el cielo

Al principio se mostró vacilante y tímido, como quien desea lo que no merece; luego desplegó gran vehemencia, dando a entender que los primeros favores le ponían fuera de tino; y, finalmente, ya seguro de que Soledad le quería, procuró que la privación de verle y hablarle con la frecuencia acostumbrada, encendiese la llama que había de perderla.

Maltrana repelió tales elogios. Se iría cuanto antes: no deseaba más favores. ¡Ojalá pudiese en el mismo día abandonar aquella guarida de buhos!... Y volvió la espalda al señor Vicente con despectiva arrogancia, afirmando que aceptaba como un gran bien el perder de vista al beato y sus amigos. Pero al verse en la calle, toda su altivez se derrumbó de golpe.

»En la entrevista que tuve con él, para pedirle ambos favores, me dijo: »A mi vez, tengo también alguna cosa que pedirte. »Todo lo que quiera usted, querido tío le contesté, se lo concedo por anticipado. »Está bien me dijo abrazándome, favor que nunca me había hecho; no olvides esta palabra, te la recordaré pasadas algunas semanas.