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Eran unos hombres que venían borrachos profiriendo horribles juramentos, atropellando y riendo desenfrenadamente como una turba de demonios regocijados. La joven sintió tal sobresalto, que no pudo permanecer allí un instante más y echó á correr con mucha ligereza.

Y cualquiera puede resignarse a ser Teniers en compañía de Homero y de Cervantes, y del gran pintor de borrachos, mendigos y bufones.

23 El multiplica los gentiles, y él las destruye; esparce los gentiles, y las torna a recoger. 24 El quita el seso de las cabezas del pueblo de la tierra, y les hace que se pierdan vagando sin camino; 25 que palpen las tinieblas, y no la luz; y los hace errar como borrachos. 1 He aquí que todas estas cosas han visto mis ojos, y oído y entendido mis oídos.

Es una lástima les dijo una vez Garmendia que los vascongados, a pesar de ser tan religiosos, sean tan borrachos. ¡Mentira! exclamó Echaide, poniéndose rojo de indignación . El pueblo vascongado es un pueblo honrado, y los que le denigran son indignos de pertenecer a él. Son unos canallas añadió Argonz, con los ojos fuera de las órbitas.

15 Porque éstos no están borrachos, como vosotros pensáis, siendo la hora tercia del día; 16 mas esto es lo que fue dicho por el profeta Joel: 17 Y será en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; y vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros viejos soñarán sueños.

La llamaban la Muerta por su blancura pálida; y creyendo fácil aquella conquista, muchos borrachos se arrojaban sobre ella como sobre una presa; pero Paula los recibía a puñadas, a patadas, a palos; más de un vaso rompió en la cabeza de una fiera de las cuevas y tuvo el valor de cobrárselo.

Entregaos vosotros antes contestó Tristán. En este momento, alguien metió el cañón de la pistola por un ventanillo que tenía la puerta, y disparó un tiro adentro. Yo apagué el farol y quedamos a abscuras. Si os entregáis ahora, no os haremos nada volvió a decir el portugués. Estáis borrachos replicó el piloto ; mañana hablaremos. ¡Ea, muchachos! gritó el portugués . Echad la puerta abajo.

Debía estar en el secreto de los destinos de su patria, y esto bastaba para que bebiesen en silencio por el éxito de la guerra. El joven creyó que el consejero y sus admiradores estaban borrachos. «Fíjese, capitán dijo con tono conciliador , eso que usted dice tal vez carece de lógica.» ¿Cómo podía convenir una guerra á la industriosa Alemania?

Las pisadas y el relinchar de los caballos, los gritos de los vendedores ambulantes, el choque de las armas, las voces de borrachos pendencieros, las carcajadas de hombres y mujeres, todo aquel clamor se elevaba y se cernía, como la neblina en el pantano, sobre las calles obscuras y atestadas de la gran ciudad.

Allá en la Montaña, en cuanto Fermín había aprendido a leer y escribir, le había obligado a enseñarle a ella su ciencia. Leía y escribía. En la taberna, entre tantas blasfemias, entre los aullidos de borrachos y jugadores, ella devoraba libros, que pedía al cura.