United States or Guyana ? Vote for the TOP Country of the Week !


Al pie del farol, recorría los diarios de la tarde, espiando la aparición, del lado del río, de la luz verde, azul o roja del vehículo; el frío y la humedad le incomodaban, e impaciente por la tardanza, se paseaba por el atrio solitario, como galán que espera: el rumor inmenso de la ciudad se había apagado, las luces palidecían en medio de la neblina, las vidrieras de los escaparates sudaban de frío, las palmeras tísicas de la plaza se quejaban... Andando, míster Robert pasó la esquina de Reconquista y llegó hasta la Bolsa, en su afán de salir al encuentro del tranvía, creyendo así alcanzarle más pronto.

El viento había cesado por completo, y con la calma del atardecer, en que el termómetro comenzaba a caer velozmente, el valle helado expandia su penetrante humedad, que se condensaba en rastreante neblina en el fondo sombrío de las vertientes.

Y Dupont se fue a la ciudad en su carruaje, que alborotaba la carretera con el estrépito de sus cascabeles. Volvió ya entrada la noche, una noche de verano, calurosa, sin que el más leve soplo de brisa hiciese temblar la atmósfera. La tierra exhalaba un vaho ardiente; el azul del cielo diluíase en un tinte blanquecino, las estrellas parecían empañadas por la neblina caliginosa.

De nuevo crucé el camino, pasé a través de la plaza Edwarde, volviendo así sobre mis pasos, y tomé en dirección a la calle High, pero el misterioso individuo me seguía con igual persistencia. Confieso que experimenté cierta inquietud, viéndome en medio de esa espesa neblina, que en esa parte habíase puesto tan densa hasta el grado de obscurecer completamente los faroles.

El polvo deslustraba las hermosas lacas, y tendido sobre todo una neblina áspera y gris que no podía ser tocada sin estremecimiento de nervios. Sobre la chimenea permanecía un jarrón con flores que fueron naturales y frescas nueve años antes. Eran ya un indescriptible harapo cárdeno, que al ser tocado, caía en partículas secas y sonantes, como los despojos de cien otoños.

A las siete y cinco estaba embozado en la capa y dando vueltas por el jardinillo de la Plaza Mayor, que aparecía envuelta en la neblina llorona y gris de la mañana.

Salimos con una neblina densa, que no permitia ver nada, mas nos sirviò de guia la Isla Postrera que habiamos demarcado el dia antes. Asì llaman

Luego, por todas partes ciñéndolo y adornándolo todo, ramas de palmera, de espino, de abeto, de tomillo, de tuya, de romero, grandes trozos de musgo y un sinnúmero de velitas y candelas amarillas, rojas, blancas y verdes, de cuyas llamas se desprendía un humo tenue y vaporoso, que envolvía el conjunto en una neblina misteriosa y poética...

El tren corría a toda velocidad por el medio rompiendo con sus silbos estridentes, con el fragor de su marcha, el encanto de aquella claridad suave y tranquila. Los altos chopos parecían flotar sobre ella como fantasmas envueltos en el blanco cendal de la neblina. Los cristales del coche se empañaron al fin. Obdulia se apartó de su confesor y fue a arrebujarse en un rincón, tiritando de frío.

Con gran rapidez, en silencio, arriada la bandera, y hasta cierto punto oculta por la neblina, la nave de Morsamor cayó de repente sobre las dos fustas, que se habían apartado del grueso de la flota persiguiendo al pequeño esquife, y echó a pique una de ellas con certeros tiros de su artillería, que dirigía Tiburcio con tino verdaderamente diabólico.