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Al sentir el ruido que hacían los peñascos saltando por encima de la maleza y los macizos de árboles, los atacantes se volvieron y quedáronse como petrificados, al principio; mas levantando los ojos hacia arriba y viendo que descendían sin cesar piedras y más piedras, y contemplando en lo alto unos espectros que iban y venían, alzaban los brazos, arrojaban proyectiles y volvían a comenzar la tarea, al ver a sus camaradas destrozados, pues había filas de quince o veinte hombres aniquilados de un solo golpe, un grito inmenso resonó en el valle de Charmes hasta el Falkenstein, y, a pesar de las imprecaciones de los jefes, no obstante el fuego de fusilería que comenzaba a derecha e izquierda, los alemanes iniciaron la desbandada para escapar a aquella horrible muerte.

Así que acababa la cena, besaban la mano a la señora Angustias y a sus padres y se arrojaban al cuello de Gallardo y su mujer, saliendo del comedor para ir a la cama. La abuela ocupaba un sillón en la cabecera de la mesa. Cuando el espada tenía convidados, gentes casi siempre de cierta posición social, la buena mujer resistíase a sentarse en el sitio de honor.

La ofuscación de los primeros momentos fué grande, pero luego fué cediendo ante la luz de la verdad que arrojaban serenas y graves reflexiones. Cuando las personas sensatas repasaron los hechos de Mr.

¡Por Dios, señoritas, no deberían ustedes salir con este tiempo! Será mejor que me dejen mandar un recado al Instituto y les arreglaré aquí una buena cama. Mas la última frase se perdió en el coro de chillidos medio ahogados que arrojaban las niñas, agarradas de la mano, lanzándose en mitad del temporal, y muy pronto fueron envueltas en el torbellino huracanado.

Y para hacer más terrible aquel golpe, los ojos poderosos de doña Catalina, medio velados por sus sedosas pestañas negras, arrojaban sobre él fuego; le miraban de una manera tal que... Santos hubiera dado su alma al diablo porque aquellos ojos le hubiesen mirado de una manera más clara, porque le hubiesen prometido, aunque remotísimamente, algo.

Y mezclando los gritos del país con los que habían aprendido en las plazas de toros, arrojaban más allá de la cuerda sus boinas y sus carteras, pero llamando en seguida á los chicuelos para que las recogiesen.

La llamaban la Muerta por su blancura pálida; y creyendo fácil aquella conquista, muchos borrachos se arrojaban sobre ella como sobre una presa; pero Paula los recibía a puñadas, a patadas, a palos; más de un vaso rompió en la cabeza de una fiera de las cuevas y tuvo el valor de cobrárselo.

Los que estaban más lejos, espantados por el fenómeno, arrojaban las armas y se despojaban de sus bolsas de municiones, viendo en el propio equipo militar un peligro de muerte. Los oficiales, impulsados por el orgullo profesional, gritaban: «¡Adelante!», pero el revólver estallaba en su diestra, llevándoles la mano y el brazo.

Recortaban cruelmente sus tiernos rabos mientras hablaban con los compradores, o aprisionaban sus finos tallos con el hilo, sin que les enterneciera el perfume que en son de protesta les arrojaban al rostro. Un mosaico deslumbrador se extendía sobre las mesas.

Y de cada nicho y de cada tumba salían sombras que, en correcta formación, avanzaban hasta la mesa, cada una con un bolsillo de oro en la mano, y en llegando arrojaban el bolsillo, al mismo tiempo que la figura enmascarada volvía los dados.