United States or Tanzania ? Vote for the TOP Country of the Week !


Además, en las afueras le salen algunos rabos a la villa, donde han edificado suntuosas casas los indianos. Son lo que pudiera llamarse el ensanche de la población. Al llegar la columna caminando por la calle de Atrás, cerca de la de Santa Brígida, oyó gritos y lamentos que la obligó a hacer alto. ¿Qué es eso, Marcones? preguntó el alcalde.

Después de decirse que en estas islas la virginidad es una deshonra, creemos que bien puede asegurarse lo de los nidos en los rabos de los carabaos; lo de los misteriosos embozados de la calle de San Jacinto; lo de la persecución del anay por fuerzas del ejército; lo de los rabos de las indias de la costa de Baler lo de los tigres de Mariveles, y lo otro y lo otro, incluso el asegurar que el indio es indefinido.

Ya se ve bien por el resultado de tal unión dijo el enano con mal humor. ¿Tiene usted una hija? preguntele yo con la mayor indiferencia. , señor, tengo una hija, que parece amasada con rabos de lagartijas. ¡Jesús, qué criatura! Desde que ha venido al mundo, no se ha estado quieta un minuto en ningún sitio.

El bajo de ópera se creía en el deber de apoyar la idea religiosa, por haberla expresado tantas veces con su sábana por la cabeza, haciendo el respetable papel de sumo sacerdote; y el del molino de chocolate azuzaba a los dos por ver si la cosa se enfurruñaba y no quedaban más que los rabos.

Trotaban, arrastrando los pesados armatostes, las docenas de muías gordas y lustrosas salidas de las cuadras de los molinos, con los rabos encintados, las cabezas adornadas con vistosas borlas y entre las orejas tiesos y ondulantes penachos.

Cortaron el soliloquio ladridos vehementes: era la jauría del marqués, que salía a recibir al montero mayor, haciendo locas demostraciones de regocijo, zarandeando los rabos mutilados y abriendo de una cuarta las fresquísimas bocas.

Volaron en torno de su cara los flácidos rabos de la cabellera y un aullido estridente hizo temblar a todos. ¡Aaay! ¡Que se ha muerto mi niña! ¡Mi palomica blanca! ¡Mi rosita de Abril!... Y sus alaridos, en los que vibraba la exuberancia aparatosa del dolor oriental, acompañábalos de arañazos que ensangrentaban las arrugas de su rostro.

He venido aquí para morir....Fuí toda mi vida un lobo rabioso, y como lobo rabioso quiero perecer de hambre en esta cueva....Hermano Fuso Negro, me cortarás la cabeza y se la llevarás a mis hijos. Verás cómo te visten de seda esos monstruos nacidos de mi sangre. ¿Cuántos son? Cinco. ¡Cinco cirios, cinco rabos, cinco demonios coronados! ¡Demonios son!

Los convidados de doña Manuela veían a poca distancia los famosos Silos de Burjasot, gigantesca plataforma de piedra, cuadrada meseta agujereada a trechos por la boca de los profundos depósitos y en la cual hormigueaba un enjambre alegre y ruidoso: corros en que sonaban guitarras, acordeones y castañuelas acompañando alborozados bailes; grupos de gente formal entregada sin rubor a los juegos de la infancia; docenas de muchachos ocupados en dar vuelo a sus cometas con grotescos figurones pintados, que al remontarse moviendo los inquietos rabos hacían el efecto de parches aplicados al azul cutis del infinito y daban al paisaje un aspecto chinesco de abanico o de pañolón de Manila.

Mi mujer es quien las ha preparado. Va usted a probar cosa rica. Su mujer, ¡ah! las había preparado pero se le había olvidado ponerles el azúcar. ¿Qué quieren? La vejez vuelve a uno distraído. ¡Pobre Mamette mía! sus cerezas eran malísimas, a pesar de lo cual yo me las comí todas sin pestañear, no dejando de ellas ni los rabos.