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Aquí tenéis dijo como quien se apresura á dar una noticia agradable la provisión de capitán para el señor Juan Montiño. No era ya tiempo de tapar la boca al montero de Espinosa, y por otra parte, el padre Aliaga no se atrevía á dar ninguna señal de desconfianza al bufón del rey, que estaba en posición de verlo y oír todo desde detrás de la cortina de la alcoba. Tomó la provisión y la miró.

«Mas sucedió escribe don José María Montero de Espinosa en su Relación histórica de la judería de Sevilla que la víspera del día en que se había de ejecutar este espantoso y horroroso castigo venían á esta ciudad los malvados delatores con objeto de ver la dicha escena y á holgarse de su indigna venganza, y en una de las posadas de Alcalá de Guadaira estaban todos en un cuarto hablando del caso, y del auto que venían á presenciar, y unos con otros decían: Mañana veremos arder aquel pícaro y le oiremos crujir los huesos y además proferían otras expresiones semejantes con las cuales se jactaban y regocijaban de sus pérfidos sentimientos, y daban á entender claramente habían sido ellos los autores de aquel horrendo castigo, cuya conversación fué oida de otros pasajeros que la casualidad hizo estar en el cuarto inmediato, los que sospecharon la mucha malicia que el asunto contenía y tomando cautelosamente las señas, nombre, casa y posada donde se dirigían, vinieron aceleradamente y dieron cuenta al tribunal

Así las cosas, empezó a notarse que Primitivo, el montero mayor de los Pazos, venía a Cebre muy a menudo; y como allí se repara todo, se observó también que, además de las acostumbradas estaciones en las tabernas, Primitivo se pasaba largas horas en casa de Barbacana.

De lebreles hablasteis vos, señor barón, y os aseguro que no hay mejor jauría que aquella Guardia en ambos reinos, cuando se trata de correr caza mayor, sobre todo si los dirige un buen montero. Juntos hemos estado en las guerras, señor, pero jamás he visto cuerpo de arqueros más valientes ni más temibles.

Un sargento mayor, que es mucha cosa de don Rodrigo, tiene amores con la mujer del cocinero mayor de su majestad; el cocinero mayor de su majestad tiene un sobrino, que por una mujer da de estocadas á don Rodrigo Calderón, busca en él algunas pruebas, y encuentra cartas de Olivares á Calderón... cartas en que se hace traición á mi tío... Hay aquí algo que se toca... Alonso del Camino, montero de Espinosa del rey, estuvo anoche secretamente en el convento de Atocha, según me ha dicho el padre José, y el confesor del rey, á pesar de que es enemigo declarado de mi tío, ha sido nombrado inquisidor general.

El Padre Montero me miró con extrañeza y que sus trémulos labios iban a formular una pregunta; pero en ese momento el ave movió las alas, que brillaron a la luz del ocaso, como si cayera una cascada de gemas dentro de una hoguera, y tendió el vuelo en dirección nuestra.

Entre las ruinas, y perfectamente conservada, encontróse en 1804 una efigie del Señor de la Exaltación, a cuya solemne fiesta concurren el 14 de septiembre los creyentes de diez leguas a la redonda. Tiempos de fanatismo religioso fueron sin duda aquellos en que, por su majestad don Felipe II, gobernaba estos reinos del Perú don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y montero mayor del rey.

Repentinamente una exclamación de sorpresa y, volviendo el rostro, me encontré cara a cara con el Padre Montero, mi antiguo condiscípulo, a quien no había visto en cinco años. Fungía de Sacristán mayor de la Catedral y llevaba un manojo de enormes llaves, pues era hora de cerrar el templo, para volver a abrirlo a las tres de la tarde.

D. Félix Montero Moralejo hemos tenido lo bastante para aprender en pocas horas cuanto puede saberse acerca de Yuste; como vosotros, lectores, podréis aprenderlo también en un momento, si nos prestáis vuestra benévola atención.

La Campana mayor de la Catedral sonaba lúgubremente. Con la codiciada aurora, recobré la tranquilidad de espíritu. Trabajé todo el día en el archivo del Cabildo, en donde pude hallar los documentos que buscaba, y hasta llegué a olvidar los extraños sucesos de la víspera. Pero al llegar a mi habitación en la tarde, encontré que me aguardaba allí el Padre Montero.