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Agitada por la danza, chasqueando los dedos para imitar el ruido de las castañuelas, su vocecita sonora y dulce decía con lánguida y soñolienta música: Toma, niña, esta naranja que he cogido de mi huerto, no la partas con cuchillo que está mi corazón dentro.

Setos de madreselva y zarzamora orlaban el camino, y de trecho en trecho se erguía el tronco de un negrillo, robusto y achaparrado, de enorme cabezota, como un as de bastos, con algunos retoños en la calvicie, varillas débiles que la brisa sacudía, haciendo resonar como castañuelas las hojas solitarias de sus extremos.

Bah.... Esos hijos así, nacidos por detrás de la Iglesia.... Luego, si uno oye a los de aquí y a los de allá.... Cada cual dice lo que se le antoja.... La moza es alegre como unas castañuelas; todo el mundo en las romerías le debe dos cuartos: uno la convida a rosquillas, el otro a resolio, éste la saca a bailar, aquél la empuja.... Se cuentan mil enredos.... ¿Usted se ha fijado en el gaitero que tocó hoy en la misa?

Para hablarse necesitaban gritar, porque el ruido del tambor y la gaita y las castañuelas era ensordecedor. De vez en cuando se producía viva llamarada en uno de los ángulos de la plazoleta, subía un cohete y estallaba en el aire. Era Celso, quien, despreciando el bailotéo por grosero y prosaico, se entretenía en dispararlos rodeado de niños.

¡Infeliz! ¡Se ha dejado morir de hambre! dijo el jugador con sorpresa. Así se llama esto repuso la mujer con voz apagada. Se acostó de nuevo, y volviendo la cara hacia la pared, entró en una rápida agonía. Aquel día enmudecieron el acordeón y las castañuelas, y se olvidó la Iliada y sus héroes.

El hogar estaba apagado, y la banda de chiquillos, convencida de que en casa no encontraría un mendrugo, seguía repicando las castañuelas en la calle tra la la la , pasando y repasando ante las puertas que olían a chocolate, con la esperanza de alcanzar algunas sopas. El cobrador, en otros sitios, notaba la precipitación con que la familia ocultaba su abundancia.

Pero el ilustre licenciado tiene un precursor eminentísimo en esta apología de las castañuelas. Nada menos que Plinio, el gran Plinio, el Joven, se le anticipó en muchos siglos en el elogio. Porque es de advertir que en la Roma de los tiempos del emperador Trajano, las castañuelas se formaban con perlas.

Cuando concluyeron, dijo a esta que había dado orden en el escritorio de que le entregaran el sobrante de su cuenta personal, con cuya noticia su puso la fundadora como unas castañuelas, y no pudiendo contener su alegría, se fue derecha a él, y le dijo: «¡Cuánto tengo que agradecer a mi querido ateo de mi alma!

Se oía la voz del organillero pidiendo a gritos que «le echasen algo» de los balcones. Cuando callaba el piano venía de lejos un runruneo de guitarra con choque de castañuelas y férreo retintín de triángulo.

Sólo llegaban, aunque confusos y vagos, el resonar de las castañuelas y el son de la guitarra, y un leve murmullo, causado todo por los criados de Pepita, que tenían su jaleo probe en la casa de campo. Antoñona abrió la puerta del despacho; empujó a D. Luis para que entrase, y al mismo tiempo le anunció diciendo: Niña, aquí tienes al señor D. Luis, que viene a despedirse de ti.