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¡Oh adorado señor! enloquecida Leila exclamó, resplandeciente en fuego: humilde, á tu mandato sometida, sin otro bien que para mi vida, ¿cómo negarme á tu anhelante ruego? ¡Mira, atiende, señor! tan tuya soy, tal te idolatra el pensamiento loco, á tu merced tan entregada estoy, que del amor que á tu delirio doy para decir lo inmenso todo es poco.

Sorprendióle la llegada de Damián en esta operación todavía, e interrogóle al punto con la vista: el señor Pérez Cueto estaba en casa, y la carta le había sido entregada.

Cuando llegó la noticia al palacio del gobierno, ya pisaba Gillespie la cúspide de la colina. Al entrar en su antigua vivienda notó inmediatamente los efectos del abandono. Todo lo perteneciente á él estaba en la misma situación que lo dejó al salir de allí. Únicamente, en los extremos del edificio, las cocinas y la despensa mostraban un desorden semejante al de una ciudad entregada al saqueo.

Entróse, y encontró á la señora María entregada á sus faenas domésticas, y al señor Melchor Argote sentado junto á un fuego mezquino almorzando pan y queso. Dios os guarde, señora dijo don Juan entrando. Miróle la vieja con su vista cruzada durante un segundo, y luego dijo: ¡Jesús, buen mozo! ¡yo os daba por perdido! ¿y de dónde venís, hijo?

¡María Elvira! exclamé, grité, creo. ¡Mi amor querido! ¡Mi alma adorada! Y ella, en silenciosas lágrimas de tormento concluído, vencida, entregada, dichosa, había hallado por fin sobre mi pecho, postura cómoda a su cabeza. Y nada más. ¿Habrá cosa más sencilla que todo esto?

Con mucho gusto, sobrina respondió mi tío doblando inmediatamente su diario. Creí serte grato dejándote entregada a tus pensamientos. ¿De qué vamos a disertar? ¿De la cuestión de Oriente, de economía política, de trajes de muñecas o de las costumbres de los cafres? Todo eso me importa poco, y respecto a las costumbres de los cafres, creo, tío, que tanto como vos.

En tanto que venia el sur bravoso, Huyendo con presteza su fiereza, El capitan Rui Diaz valeroso Caminaba el rio arriba sin pereza. Lloraran las mugeres sin reposo, Pensando ya fenece su belleza, Y que ha de ser á peces entregada, Y en vida las aguas sepultada. Garay en una isla empantanada, Que dicen por renombre de la Espera, Tenia ya su gente rancheada; Del bergantin no sale gente fuera.

Además, por descuido de su padre, se asoció, tal vez demasiado, con niños americanos. »Era mi intención contestar antes por correo a su carta; pero he pensado que el mismo De-Hinchú podía ser el portador de la misiva. »Su amigo y respetuoso servidor, Hop-SingEn tales términos contestó Hop-Sing a mi carta. Pero, ¿dónde estaba el portador? ¿Por qué arte misterioso fue entregada?

Medio desmayada se dejó caer Lucía en el diván, cruzando ambas manos sobre el seno izquierdo, que levantaban los desordenados latidos del corazón, y diciendo en voz alta también: Aquí. Estúvose así un rato, sin pensar, sin desear, entregada sólo al placer de hallarse allí, en donde moraba Artegui.

Conque buena mano ¡y no te lástima ese pobre diablo! Amaury sonrió e hizo un saludo; quitose el sombrero, que depositó en tierra; despojose del frac, el chaleco y los tirantes, y al serle entregada el arma volvió a saludar con verdadera elegancia, sin pizca de afectación.