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Y no parecía muy desmejorada la niña, no. Al contrario, aunque un poco enflaquecida, tenía mejor color, más animación que antes, hasta su poco de alegría. El médico y la madre se mostraban más bien contentos de su estado. Quien parecía descontento era el padre. Había comprado a su hijita un teatro de títeres y otros muchos juguetes ingeniosos, sin conseguir distraerla de su incesante labor...

Y las varoniles doncellas se mostraban tristes, resignándose á una larga inmovilidad en la que sólo verían de lejos á los hermosos militares, mientras aguantaban un chaparrón interminable de versos. Al ver entrar al poeta laureado, corrió inmediatamente á su encuentro el gran Momaren.

Los empleados de la comisaría se mostraban más atareados aún que los oficiales de la navegación. Había subido en el último puerto el médico enviado de Buenos Aires para el examen de los emigrantes, y este funcionario, acompañado por aquéllos, iba inquiriendo la salud del rebaño humano acorralado en los extremos de la nave.

Desde don Rosendo hasta el último criado, se mostraban con ellos atentos, deferentes, no cariñosos. Ventura no lo advertía, y si lo advertía le importaba poco. Volvamos ahora la vista a los asuntos más interesantes de la vida pública de Sarrió. Ganada aquella noble victoria de los clérigos, las cosas del Faro de Sarrió, procedían bien y prósperamente.

Ojeda acogió su petición con un apresuramiento galante, balbuceando aún por la sorpresa. Escribiría todo un poema, si esto podía darla placer... Sentíase muy honrado con su petición. ¿Tenía un álbum?... No; ella no había pensado en adquirir este volumen, que mostraban con orgullo muchas señoritas de a bordo.

Las damas, sobre todo, mostraban deseo tan vivo, que bien parecía antojo. A una indicación del duque, todas se proveyeron de magníficos impermeables y botinas altas, pues la mina destilaba agua por muchos sitios y formaba charcos. Sin embargo, la noche anterior, ante la proximidad del suceso, muchas, atemorizadas, habían desistido.

El tutor y su hermana le dejaban gastar cuanto quería, haciendo la vista gorda en presencia de sus devaneos, pero ante la idea de una pasión seria mostraban profundo desagrado.

Barragán, Escudero y Tristán hablaban en voz baja espiados por la tabernera y el chico que mostraban en su rostro inquietud. Aquella conferencia misteriosa de cuatro señores en su tienda y sobre todo la traza de bandido que uno tenía les intrigaba. Quizá se les pasara por la mente que estaban fraguando un crimen.

Los recién llegados, después de saludar a la mamá, deseándola felicidades y ensartando los lugares comunes propios del caso, sentáronse cerca de las dos niñas, que se mostraban complacidas y ruborosas.

Entonadas hidalgas, ya caminasen a pie ya a las ancas de una mula que montaba y dirigía respetable escudero, ya en soberbios y dorados palanquines, solían llevar lucido séquito de dueñas, lacayos y pajes para mayor autoridad y decoro. Los magnates y señores ricos se mostraban cabalgando en hermosos caballos con ricos jaeces y con numerosa comitiva de criados y familiares de sus casas.