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Mi tutor consiente en que me case con su sobrina de usted; ¿quiere usted concederme su mano?" puedes estar seguro de que te pondrían en la puerta con todos los honores debidos á tu posición de hijo adoptivo de un hombre execrado.

»¿Quién sería capaz de hacer verter a ese ángel, a un ser tan bueno y delicado, a quien una palabra algo severa lastima, a quien un pensamiento celoso causaría la muerte? Sería una infamia, y ya me conoce usted, querido tutor, y sabe que no soy ningún infame. »Su hija será feliz, padre mío. Ya ve que le llamo padre: ésa es otra costumbre que usted no querrá extirpar.

El señor de Avrigny, que estaba sentado ante su mesa de trabajo, se levantó para salir a su encuentro. No he querido acostarme sin venir a dar a usted un abrazo le dijo Amaury en tono tranquilo. ¡Adiós, padre mío! Su tutor le miró con fijeza y abrazándole respondió: ¡Adiós, Amaury!

Pero Amaury, adivinando que el doctor hacía esta concesión exclusivamente a su hija, saludó con humildad a su tutor y besó la mano de Magdalena, revelando su semblante tan profunda tristeza que en esta acción el amor parecía ceder su puesto al pesar.

Prolongóse aún un poco de tiempo la conversación entre ellos, y mientras paseaban por la avenida central del parque, Beatriz daba al artista algunos antecedentes sobre la persona de su tutor, a quien se proponía escribir en seguida y cuyo consentimiento no era dudoso; y habiendo llegado en esto la hora de sesión, para el retrato de la señora, Fabrice volvió al castillo, encontrándose momentos después cara a cara con aquélla.

¡Cómo! ¿Después de comprometer con tus audacias e impertinencias a Antoñita, te atreverás a decir que ella te corresponde? Señor Auvray, ¿tendría usted bastante audacia para decir en mi presencia que le ama? Antes a ti que a otro: al fin eres su tutor. Está muy bien, pero se lo callaría usted. No veo el motivo si ello fuera verdad dijo Felipe que empezaba a salir de sus casillas.

Apenas estuvo sola con Herminia, la cara de la señorita Guichard cambió de expresión y poniéndose sonriente, dijo: He aquí una feliz sorpresa, ¿no es verdad, hija mía? ¿ no esperabas ver aquí al tutor de Mauricio el día de tu matrimonio? ¡Oh! Estábamos seguros, Mauricio y yo, de que os reconciliaríais, respondió Herminia con convencimiento.

Felisa tenía veintitrés años; era hermosa, rica, estaba enamorada, podía casarse, porque su tutor no lo estorbaba, y sin embargo, iba dilatando voluntariamente la realización de su ventura: encantos de la juventud, bienes de fortuna, pasión correspondida, todas las circunstancias que justificaban y debieran de contribuir a que la boda se celebrase pronto, quedaban en ella esterilizadas por una resistencia incomprensible.

Habla, hijo mío, habla dijo el doctor reconociendo en la voz de Amaury los mismos síntomas de turbación que ya había reconocido en la de Antonia. Habla: te escucho con toda mi alma. Señor continuó Amaury, a pesar de mi juventud ha querido usted que le reemplace cerca de Antoñita; me ha nombrado, en fin, su segundo tutor. , porque veía en ti una amistad de hermano para con ella.

Mi tía se encuentra muy bien con su lectriz... Así es que por su parte no debes aguardar muchos entusiasmos... pero no tiene ninguna autoridad legal sobre Beatriz, quien depende en ese punto únicamente de su tutor, cierto antiguo amigo de su padre, amigo por añadidura muy indiferente... De modo que concluirá por decir amén a lo que a ella se le antoje. Hubo un corto silencio.