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Yo lo cerré contra el mío, y, aunque era un muchacho, no qué vagas nociones de ternura, qué entusiasmos indefinibles experimentó mi ser al sentir el frío desnudo de la carne, y al aspirar el perfume nunca aspirado de aquella singular criatura. Han pasado algunos años. Estoy lejos de Buenos Aires; en una ciudad cuyo nombre no interesa al lector.

Aceptolo así; y con ando a esta idea todos los entusiasmos que cabían en su alma virgen, llegó a convertirla en culto fervoroso y apasionado. Esto podría tener sus puntas de romántico y sus lados de inocente; pero así era la verdad, y verdad muy agradable para él. Tenía ciega fe en que había de hallar a Luz algún día, y en que, después de hallada, no había de desconocerle.

De todo el pasado, lo único que deseaba trasplantar á su nueva existencia era la imagen de su hijo. Iba á vivir en adelante concentrando sus entusiasmos y sus ilusiones en la misión que se había impuesto. Llevó el buque directamente de Marsella al cabo de San Antonio, lejos de toda costa, por las soledades del Mediterráneo, sin pasar el golfo del León.

Buscaba la paz y el silencio, y le rodeaba en pequeñas proporciones el mismo ambiente de proselitismo y ciegos entusiasmos que en su época de martirio. Deseaba anularse y desaparecer al penetrar en la catedral, y la suerte se burlaba, resucitando al agitador en pleno escondite, para turbar la paz de aquella ruina.

Un prudente, sábio y celoso Gobierno, inflamado con el espirítu de patriotismo, sin intermision de otros entusiasmos, bajo de una proteccion real, cual logramos en el dia, dedicada toda al aumento y felicidad de los vastos dominios que rige, serán las principales basas y columnas donde se apoyen, y sostengan el feliz éxito de estas demostradas utilidades.

Quería ir a Cádiz para contemplar su tumba: la capa de tierra que le ocultaba a mamá para siempre. Y había en su voz y en su mirada algo de desesperación; la tristeza de no poder aceptar el engaño consolador de otra vida; la certidumbre de que más allá de la muerte se abría la eterna noche de la nada. La tristeza de su soledad le hacía agarrarse con nueva fuerza a sus entusiasmos de rebelde.

No se alteraba cuando oía expresar las ideas más exageradas y disolventes. Lo mismo al partidario de la inquisición que al petrolero más rabioso, les escuchaba Feijoo con frialdad benévola. Era indulgente con los entusiasmos, sin duda porque él también los había padecido. Cuando alguno se expresaba ante él con fe y calor, oíale con la paciencia compasiva con que se oye a los locos.

Sin embargo, los entusiasmos, faltos de aliciente y de lucha, fueron apagándose poco á poco.

Iba á continuar su vida de navegante con nuevos entusiasmos. Tenía la fe, el ideal, las ilusiones que forman á los héroes. Mientras durase la guerra, la haría á su modo, sirviendo de auxiliar á los que peleaban, transportando todo lo necesario para la lucha. Miró con mayor respeto á los marineros sometidos á sus órdenes, gente simple que había dado su sangre sin frases y sin razonamientos.

Además, tuvo que vivir ojo alerta para que el tal déspota no le echase la garra e interrumpiese sus entusiasmos literarios haciéndolo degollar con un cuchillo mellado... Luego, el padre fue el primero que realmente tuvo plata, y empezó a montar la casa y la familia en su rango actual.