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¡Pobre Tòni!... No sabía explicarse, pero la idea de que su mar presenciase estos crímenes daba nuevas vehemencias á su indignación. El alma del doctor Ferragut parecía revivir en el rudo navegante mediterráneo. No había visto á Anfitrita, pero temblaba por ella, sin conocerla, con religioso fervor.

En Alemania los pueblos cuasi más civilizados con un gobierno cuasi absoluto, cuasi temperado por sus dietas, instituciones cuasi representativas. En Holanda, nación cuasi toda mercantil y navegante, un rey cuasi rabioso, y cuyo poder cuasi se desmorona.

Podía atreverse á todo: el Océano había agotado en él todas sus sorpresas... Y sin embargo, la peor de sus aventuras ocurrió estando el mar en calma. Siete años llevaba de navegante, y se disponía una, vez más á volver á España, cuando en Hamburgo aceptó puesto de piloto en un velero que iba á hacer rumbo al Camerón y al África oriental alemana. Un marino noruego quiso disuadirle de este viaje.

Los fenicios fabricaron sus casas y monumentos con piedras sin labrar, que ponían unas sobre otras como los etruscos; pero como eran gente navegante, que vivía del comercio, empezaron pronto a imitar las casas de los pueblos que veían más, que eran los hebreos y los egipcios, y luego las de los persas, que conquistaron en guerra el país de Fenicia.

Sueño o no, te considero responsable de todos los actos de tu extraña vida de descubridor y navegante. Si me cabe alguna duda es sobre el grado mayor o menor, sobre la intensidad de tus méritos y de tus culpas.

La falta de la San Antonio y la pérdida del gran número de provisiones que llevaba, no hicieron vacilar la voluntad de hierro del navegante portugués, el cual siguió el peligroso y misterioso derrotero.

Era un espléndido navegante y verdaderamente intrépido. Conocía tan bien el Mediterráneo como otros hombres conocen la calle Cable, en Whitechaple, y su vida había estado llena de aventuras. Pero en tierra era un loco atolondrado. Recuerdo con cuánta dificultad escapamos una vez con vida de una pequeña ciudad de la costa de Argelia.

En nuestros días el intrépido Franklin queda perdido en medio de los hielos; el encuentro de su cadáver nos ha descubierto que reducidos al último extremo, él y los suyos, tuvieron que apelar al más atroz de los recursos: ¡ á comerse los unos á los otros! Cuanto puede desanimar á los hombres hállase acumulado desde que el navegante comienza á penetrar en las regiones del Norte.

Iba á continuar su vida de navegante con nuevos entusiasmos. Tenía la fe, el ideal, las ilusiones que forman á los héroes. Mientras durase la guerra, la haría á su modo, sirviendo de auxiliar á los que peleaban, transportando todo lo necesario para la lucha. Miró con mayor respeto á los marineros sometidos á sus órdenes, gente simple que había dado su sangre sin frases y sin razonamientos.

En torno de los arcabuceros y piqueros españoles de amarillo coleto, marchaban los espadachines italianos de capa negra y los lansquenetes alemanes con acuchilladas calzas y pesadas alabardas. Las victorias españolas iban suscritas muchas veces por generales extranjeros. En las Indias no dijo Maltrana . En las Indias todo es nuestro: el soldado, el caudillo y el navegante.