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Quiere decir el nombre de una persona que dinero. El novelista D. José María Mateu ha sido un gran nombre para la seudobohemia. Gálvez, el peligro Gálvez, más temible que el peligro amarillo, llegó a visitarle a las tres de la madrugada Mateu se acuesta temprano para pedirle un montón de calderilla.

Las paredes estaban acolchadas con damasco amarillo; las sillas eran doradas igual que una mesilla de centro y un armarito para colocar chucherías. Observábase en aquella estancia, perteneciente a una mujer, el mismo desorden que suelen presentar los cuartos de los estudiantes o militares. Diversas prendas de vestir, enaguas, corsé, medias, andaban esparcidas por las sillas.

Tenía dos compañeros: Cabritilla, empleado en la administración del barrio central, tieso, y amarillo como una vela de entierro y el petulante teniente Conceiro, hábil tocador de viola francesa. Mi existencia se deslizaba equilibrada y tranquila.

Todavía les causaba cierta ilusión el arrojo de los diestros, el valor de aquellos cuerpos esbeltos, nerviosos y ligeros que escapaban milagrosamente de entre las curvas astas; pero apenas comenzó la parte brutal del espectáculo y cayeron pesadamente como sacos de arena los infelices peleles forrados de amarillo, mientras el caballo escapaba, pisándose en su marcha los pingajos sangrientos como enormes chorizos, las jóvenes volvieron la cabeza con un gesto de asco y no quisieron mirar al redondel. ¿A qué iban allí?

En cuanto a mi amiga, harto la he exhortado, condenando su insistente celibato, y se me figura que al fin mis prédicas no serán inútiles. No lo niegue usted. Su voluntad está vacilante, y en aquello de si caigo o no caigo; de modo que si una persona tan respetable como el Sr. D. Pedro uniera sus amonestaciones a las mías... D. Pedro estaba verde, amarillo, jaspeado.

Junto á los toneles y como presidiendo la reunión, hallábanse el portaestandarte Reno, Simón, Tristán y otros tres ó cuatro arqueros veteranos, amén del valiente Golvín, capitán del Galeón Amarillo, que había ido á tomar unos tragos en compañía de sus alegres compañeros de viaje antes de emprender el de regreso á Inglaterra.

El carey, del orden de los quelonios; tortuga de gran tamaño, apreciada por lo valioso del espaldar que lo cubre; éste es transparente, de color amarillo, jaspeado de otros más obscuros; su magnitud es grande, pues á veces tiene más de medio metro de largo.

De improviso se abrió bruscamente la puerta del departamento, y saltó dentro un hombre ceñudo, calada la gorra de dorado galón, en la mano una especie de tenacilla o sacabocados de acero. ¡Los billetes, señores! gritó en voz seca e imperiosa. El viajero echó mano a su chaleco y entregó un trozo de cartón amarillo. ¡Falta uno! El billete de la señora. ¡Eh, señora!, ¡señora! ¡El billete!

Caminaron lentamente hacia la estación del funicular por calles solitarias, entre muros de jardín, con un lado amarillo de sol y el otro azul de sombra. Ella fué la que buscó el brazo de Ulises, apoyándose con un abandono pueril, como si la fatiga la hubiese dominado desde los primeros pasos. Ferragut apretó este brazo contra su cuerpo, sintiendo inmediatamente la excitación del contacto.

La nuez vómica está en el mismo caso, y la indicacion de una ó de otra consiste principalmente en la debilidad muscular, en el color amarillo de la piel, que además está seca y presenta placas ligeramente furfuráceas; en una gran variedad, en fin, de padecimientos nerviosos asténicos; para la quina, solo hay edema en las estremidades é hinchazon de los párpados.