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Al otro día sobrevinieron albañiles y todo género de artistas, y empezaron a trabajar en la casa, y a las dos semanas no había persona que pudiese reconocerla, según que había sido de compuesta y trastrocada, y pintada, y rejuvenecida; habíase quitado la antigua piedra de armas y puéstose en su lugar otra, y el jardín se había desbrozado, y poblado de estatuas y fuentes, y de tal manera que se había hecho de él, antes selvático, intrincado y desapacible, una verde y hermosa delicia.

Aunque sordos, estos rumores no fueron tan disimulados que no llegasen a la interesada, y unidos a otras pequeñeces que ella observaba también, empezaron a clavarle en el alma el dardo de los más crueles recelos.

Quedaron tan sorprendidas de encontrar una fisonomía y maneras tan encantadoras en un sitio apartado de la campaña, que empezaron a sentir cierta curiosidad por saber qué traje se pondría Nancy después que se quitara el abrigo. La atención de la señorita Nancy estaba siempre fija en la cortesía y moderación que se observaba siempre en sus maneras.

Varias parejas empezaron á girar en el centro del salón, y cuando iba aumentando su número y no quedaba quien se acordase de la condesa, ésta miró á un lado y á otro con asombro y se puso en pie: Ya que me piden versos con tanta insistencia, accederé al deseo general. Voy á decir un pequeño poema. Tales palabras esparcieron la consternación.

Parece que fue ayer cuando empezaron nuestros paseos.... No, hace miles de años que te conozco. ¡Porque hay una relación tan grande entre lo que sientes y lo que yo siento!... Has dicho ahora mil disparates, y yo, que conozco algo de la verdad acerca del mundo y de la religión, me he sentido conmovido y entusiasmado al oírte. Se me antoja que hablas dentro de .

Dirigiéronse al negro boquerón, y Quevedo se encontró en lo alto de unas polvorientas escaleras de piedra, y tan estrecho el caracol, que apenas cabía por él una persona; aquella escalera estaba abierta, sin duda, en el grueso muro. Empezaron á descender. Quevedo contaba los escalones. A los ochenta, el bufón tomó por una estrecha abertura abovedada. La escalera continuaba.

Estando durmiendo en el campo contestó José , se le vino acercando una culebra; pero apenas la vio venir un lagarto, que estaba en el vallado, salió a defender al tío Miguel y empezaron a pelearse la culebra y el lagarto, que era tamaño y tan grande. Pero como el tío Miguel, ni por esas despertaba, el lagarto le metió la punta del rabo por las narices.

Los auxiliares acantonados en San Luis recibieron un magnífico vestuario, y sus sueldos empezaron a pagarse de las cajas de Buenos Aires.

Acudieron muchos de los presentes á examinar los estragos, y un señor dijo: «Es que se ha hundido la mesa y todas las figuras se han revueltoEmpezaron á recoger las figuras y á ponerlas en orden. Después del minucioso recuento y de reconocer una por una todas las piezas, se echó de menos algo. Buscaron y rebuscaron, pero sin resultado. Faltaban dos figuras: la Mula y el Buey.

Las señoras y los caballeros se estrecharon aún más, formando grupo, y empezaron a cuchichear animadamente, proponiendo cada cual una pregunta. Al fin quedaron acordes en preguntarle si gastaba bisoñé. ¿Eeeeh? gritó el coro prolongando la nota. respondió el infeliz don Serapio. La respuesta fue acogida con ruido y alegría que hicieron temblar al fabricante de conservas.