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Estando en esto, vieron que hacia donde ellos estaban venía un hombre a pie, caminando apriesa, y dando varazos a un macho que venía cargado de lanzas y de alabardas. Cuando llegó a ellos, los saludó y pasó de largo. Don Quijote le dijo: -Buen hombre, deteneos, que parece que vais con más diligencia que ese macho ha menester.

Por fin las campanas de San Vicente comienzan a repicar anunciando la salida de los reos, y a ambos lados de la Calle Ancha, los soldados acuestan las alabardas conteniendo con pena al gentío, cuyo forcejeo incesante amenaza romper la doble valla de madera que viene de las cárceles y circunda uno y otro cadalso. La procesión se acerca. Un resplandor de alabardas cruza la Calcetería.

El despojo que llevan son espadas, Alfanges, alabardas, morriones, Rodelas, salmatinas muy doradas, Sombreros, capas, sayos y jubones. Las cajas de arcabuces, ya quebradas, Llevaban solamente los cañones: Con que, dando la vuelta, ván matando Aquellos que hallaban boqueando.

Hallábanse estos formados a uno y otro lado de la doble escalera, y los Grandes, llevando a la derecha a sus padrinos, debían de bajar por un ramal y tornar a subir por el otro, al son del golpe de las alabardas, que les hacían el saludo de honor.

Y así hubiera sucedido si entre los vecinos que al alboroto y pendencia despertaron, no hubiese habido un mulato que con resolución llegó á ponerse frente del sargento y de los soldados, rogándolos que no rematasen al alcalde cuando ya se disponían á clavarlo con las alabardas.

Y siendo ansí juntos, mandó á sus capitanes que hiciesen tres partes toda aquella gente; y siendo ya apartados y hechas las tres partes, mandólos proveer de armas á todos, que fueron lanzas, alabardas y hachas, y porras, y hondas y ayllos y rodelas; de las cuales, siendo ya proveidos deste menester, mandóles proveer de muchos mantenimientos para su camino, como es carne seca, y maíz, y pescado seco y de las demas comidas, haciéndoles la gracia y merced de todo el despojo que en la guerra hobiesen de ganado, ropa y oro y plata é mujeres y otras piezas é anaconas que ansí en la guerra hobiesen.

Al principio pensó que algún tercio de soldados pasaba por aquella parte, y por verlos picó a Rocinante y subió la loma arriba; y cuando estuvo en la cumbre, vio al pie della, a su parecer, más de docientos hombres armados de diferentes suertes de armas, como si dijésemos lanzones, ballestas, partesanas, alabardas y picas, y algunos arcabuces, y muchas rodelas.

A continuación desfiló una tropa del ejército de línea, ó sea de aquellas muchachas con casco de aletas que Gillespie había visto al despertar. Los soldados iban armados, unos con arcos y otros con alabardas.

Alabardas que no cortaban, prisiones de Estado donde se ponía a refrescar el vino. Jamás hambre, nunca guerra. He aquí cómo gobernaban a su pueblo los Papas del Condado. ¡Tal es la causa de que los eche tanto de menos el pueblo!

Los historiadores árabes afirman que entre escuadrones y batallones, entre ginetes y peones, contaba el Amir mas de 400,000 hombres, repartidos del modo siguiente: 60,000 voluntarios, 300,000 reclutas, 30,000 negros con alabardas para la mas inmediata defensa de su persona, 10,000 ballesteros renegados, y últimamente muchos flecheros de las tribus zenetes, árabes y arábigo-berberiscas de Almagreb.