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Actualizado: 25 de junio de 2025


En torno de los arcabuceros y piqueros españoles de amarillo coleto, marchaban los espadachines italianos de capa negra y los lansquenetes alemanes con acuchilladas calzas y pesadas alabardas. Las victorias españolas iban suscritas muchas veces por generales extranjeros. En las Indias no dijo Maltrana . En las Indias todo es nuestro: el soldado, el caudillo y el navegante.

Los tudescos le cerraron el paso cruzando sus alabardas. ¡Ah! ¡no me dejáis pasar!... exclamó el bufón, y asió las alabardas con la fuerza de la zarpa de un león. Se entabló una lucha. Quevedo no podía llegar pronto, pero desde donde estaba gritó con la autoridad que sabía dar á su voz en las ocasiones solemnes: ¡Dejadle pasar! ¡dejadle pasar, de orden del rey!

Aunque este obispo tenia á la puerta de su palacio una numerosa guardia de soldados con alabardas y armas de fuego á imitacion de lo que en su época solo estilaban los reyes, no le bastó el augusto aliento para dar cima á la gran catedral comenzada.

Dice así: «Ya ven vuessas mercedes, que los reyes Aguardan allá dentro, y no es posible Entrar todos á ver la gran comedia Que mi autor representa, que alabardas Y lancineques, y frinfrón impiden La entrada á toda gente mosquetera: Mañana en el teatro se hará una, Donde por poco precio verán todos Desde el principio al fin toda la traza, Y verán que no acaba en casamiento, Cosa común y vista cien mil veces, Ni que parió la dama esta jornada, Y en otra tiene el niño ya sus barbas, Y es valiente y feroz, y mata y hiende, Y venga de sus padres cierta injuria, Y al fin viene á ser rey de un cierto reino.

Frente á frente el Alcalde y la tropa, mediaron algunas palabras sobre el paso por la calle, y las que, por el tono y alcance con que se dijeron, dieron motivo á que, sin más ni más, los alguaciles y los soldados se acometieran, aquéllos con espadas y pistolas y éstos con las alabardas, trabándose allí mismo singular combate.

Y esto hecho, pasaron adelante Mango Capac y su gente, y hablaron con Alcaviza, diciéndole que el sol los inviaba á que poblasen con él alli en aquel pueblo del Cozco; y el Alcaviza, como le viese tan bien aderezado á él y á su compañía, y las alabardas de oro que en las manos traian, y el demás servicio de oro, entendió que era ansí y que eran hijos del sol, y díjoles que poblasen donde mejor les paresciese.

Antes que amaneciese, se fue el que llevaba las lanzas y las alabardas, y ya después de amanecido, se vinieron a despedir de don Quijote el primo y el paje: el uno, para volverse a su tierra; y el otro, a proseguir su camino, para ayuda del cual le dio don Quijote una docena de reales.

Y estando en esto, llegó á Inca Yupanqui un capitan suyo de los que él con la gente de guarda traia, y díjole que habian visto salir cierta gente de guerra de allí del peñol, los cuales habian salido uno á uno y de dos en dos, y que era mucha cantidad de gente la que habia salido, y que algunos de ellos llevaban lanzas y alabardas, é que iban por el camino do ellos habian venido; que sospechaba que aquestos fuesen á tomar algun paso para desque volviesen, ó que fuesen á tomar y robar lo que ellos en la cibdad del Cuzco tenian, y á tomársela.

no lo sabes, pero mientras nosotros batíamos el cobre en Rennes, las galeras francesas hicieron un desembarco en Chelsea y quemaron y mataron hasta cansarse y cuando volví á mi pueblo me encontré con que entre las víctimas de sus alabardas se contaban mi madre, mi hermana y sus dos hijos, dos chiquitines que apenas sabían hablar. ¡Rayos de Dios!

Eran soldados de ocasión, armados de alabardas, de picas, de mosquetes. Caminaban con paso solemne, entre desconfiados y fieros, sin atreverse a mirar a las ventanas.

Palabra del Dia

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