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Al pasar ó detenerse el tren que nos trasportaba, estallaba en cada uno de esos numerosos grupos de paisanos un hurrah! borrascoso, por via de saludo, y no faltaban quienes, queriendo sazonar algun chiste del vecino, exclamaban por este estilo: Eh, señor maquinista! digale U. á Su Majestad que se priesa! Bah, gaznápiro! quién te ha dicho que Su Majestad corre como el chorro de tu molino?

Toma el calmante que voy a recetar; cuando te acuestes, una horchata, y por la mañana, leche de burra y dirigiéndose al duque : mi obligación me fuerza, mal que me pese, a ausentarme, señor duque. Y volviendo a recomendar a su mujer el sosiego y el reposo, Stein se retiró, haciendo al duque un profundo saludo. El duque, sentado enfrente de María, la miró largo tiempo.

Esto procede de que Abelardo y Eloisa, antes que á la historia de un país, tocan á la historia del corazon, que es la historia más universal del género humano. Al dejar la calle en cuestion, dirigimos un triste saludo á los desgraciados amantes. Última curiosidad de este dia. Cerca de la Plaza de la Concordia, hemos visto á la Emperatriz y al Príncipe.

Estando en esto, vieron que hacia donde ellos estaban venía un hombre a pie, caminando apriesa, y dando varazos a un macho que venía cargado de lanzas y de alabardas. Cuando llegó a ellos, los saludó y pasó de largo. Don Quijote le dijo: -Buen hombre, deteneos, que parece que vais con más diligencia que ese macho ha menester.

También podía ser que se hubiera marchado lejos, con la vieja, y no volviese hasta bien entrada la noche. Debía partir. Y con la escopeta en la mano, para ser el primero en disparar si encontraba al enemigo, emprendió el regreso al valle. Otra vez volvió a encontrar en el camino payeses y muchachas que le miraron con tenaz curiosidad, contestando apenas a su saludo.

Y a pesar de la distancia, gritaron los más, enviándole un saludo por encima del agua azul, entre el revoloteo de las gaviotas y las palmeras de una isla que parecía avanzar poco a poco enmascarando el muelle. En el centro de la ciudad se había despedido el belga de la comitiva para quedarse en su hotel. Pero luego se arrepintió.

Pero, en fin, señor replicó la joven balbuceando ; ¿usted cree... está seguro, que no tengo nada que temer por mi marido?... ¿que no puede ser herido? Estoy persuadido de ello. Bien, señor... gracias; le saludo, señor. Siguiole con la vista, hasta que hubo salido, y tomando después la mano de su madre: ¡Ah, madre! dijo . ¡Siento que me voy volviendo criminal!

, pero es porque ya le da ejemplo el duque. ¡Hola!, y se detiene para hablarle..., y le pone una bolsa en las manos, ¡que será para los pobres!... Es un señor muy bueno y muy dadivoso. Ha hecho mucho bien. ¡Dios se lo remunere! Rosa Mística no sabía todavía la doble sorpresa que le aguardaba. Al pasar Stein, la saludó tristemente con la mano.

En el solemne instante de cruzar el puente del Vidasoa, mi corazon conmovido profundamente envió desde el extremo del puente un saludo de bendicion y de cariño á mi familia y á mi patria.

Está bien. Puede usted retirarse. Saludó Martín y se fué a la posada. A la puerta se encontró con el extranjero. ¿Dónde se mete usted? le dijo . Le andaba buscando. He ido a ver al general en jefe. ¿De veras? . ¿Y le ha visto usted? Ya lo creo. Y le he dado las cartas que traía para él. ¡Demonio! Eso que es ir de prisa.