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D. Tomas José Boyzo, Escribano público y del número; el Sr. D. Juan de la Elguera, vecino y de este comercio; el Sr. D. Juan Ignacio de Escurra, de este comercio y vecindario; el Sr. D. Manuel del Cerro Saenz, Administrador en los ramos de Policía; el Sr. Teniente Coronel urbano D. Agustin de Orta y Azamor, Sargento Mayor del batallon número 5; el Sr.

Á la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perdía entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantástica sombra del sargento aposentador que iba precediéndole, recorrió la iglesia de arriba abajo y escudriñó una por una todas sus desiertas capillas, hasta que una vez hecho cargo del local, mandó echar pie á tierra á su gente, y hombres y caballos revueltos, fué acomodándola como mejor pudo.

Cuando, debilitado por la pérdida de sangre, pudo ser conducido á las trincheras, el sargento quiso ver el cuerpo de su enemigo. Sus dudas continuaron ante la faz empalidecida por la muerte. Los ojos, abiertos, parecían guardar aún la impresión de la sorpresa.

Su aprendizaje había sido rudo y tremendo; por eso en sus consejos nunca se olvidaba de incluirme este: "Mirá, si querés pasar de sargento, aprendé la pluma; sin esto y movía la mano en el aire como quien escribe es al ñudo forcejear."

Después de tomar café y pasear un rato entre calles buscando fresco, se restituyó cierta noche el paisano a su casa resuelto a tener una conferencia importante con Fernández, un sargento que se había muerto en sus brazos hacía algunos años en Méjico.

Don Rodrigo Calderón me habló por él; me ponderó lo útiles que podían ser servicios, y en dos años le hemos hecho capitán, y después sargento mayor. Don Rodrigo me le ha mostrado varias veces, y... veamos si le reconozco: es un hombre soldadote, buen mozo, ya maduro...

El arca de hierro donde está el dinero de don Juan la tiene el mayordomo mayor del rey, y me será entregada, según me han dicho, para que yo responda de ella á su dueño. Además, ese bribón de sargento mayor que había llegado á inquietarme, ha muerto.

Veamos, pues, qué tales trazas tiene el difunto. Es un sargento mayor dijo un alguacil. ¡Un sargento mayor!... exclamó Montiño. Y de una manera instintiva arrojó una mirada cobarde al cadáver, cuyo semblante estaba alumbrado por la luz de la linterna de un alguacil. ¡Don Juan de Guzmán! exclamó Montiño reconociéndole ¡el infame que me ha robado mi dinero, mi mujer y mi hija!

¡Y cómo admiraba yo la sagacidad, la viveza, el fino tacto y la discreción del viejo sargento! Cada una de sus pesquisas, a que él llamaba modestamente "trabajos", era una filigrana y daban tentaciones de creer que tuviera pacto con el diablo, a cualquiera que, estando en el secreto del asunto, siguiera con atención sus procedimientos de investigación.

¿Quién vivirá en esa casa? dijo el tío Manolillo parándose, cuando vió que en aquella casa habían entrado el sargento mayor y la Dorotea, y había vuelto á cerrarse la puerta. ¿Os interesa mucho el saber quién vive en esa casa? dijo el cocinero mayor. Lo averiguaré dijo el bufón como contestándose á mismo á la pregunta que á mismo se había hecho poco antes.