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A me falta tiempo para ser literato, así como me ha faltado para ser poeta, si es que hubiese podido serlo. Hubo un tiempo en que fuí poeta por vocacion, como Vd. me ha llamado en sus Viages, y cuando me acuerdo de esto, me digo á mismo, penetrado de una profunda melancolía: ¡Y yo tambien viví en Arcadia! Las poesías que va á leer, fueron escritas casi todas ellas á la edad de veinte años.

Estos dos casos que he referido no fueron más que visiones, una de consuelo y otra de terror, para mejorar el alma á los dos á quienes se mostraron.

Y por último, después de haber preparado cuanto consideró necesario, una tarde, entre dos luces, se mudó al tercero interior de doña Jesualda, en la calle de Don Pedro. En un carrito fueron la cama, sus dos baúles, un arca y varios líos de ropa; ella montó en un simón, llevando sobre las rodillas el costurero que en días más tranquilos le regaló don Juan.

Pues las cosas duras son las que se deben pensar en este mundo respondió Tristán alzando los hombros con desdén. No se habló más del asunto. Al cabo de un rato se levantaron de la mesa y fueron al parque. Algunas horas después, hallándose reunidos en el gran cenador de vuelta del paseo, llegó un criado con un telegrama para Reynoso.

Hasta los veintitrés años estuvo en Rusia el príncipe Miguel. Sus estudios militares fueron brillantes, según Toledo, distinguiéndose entre los más famosos oficiales de la caballería de la Guardia.

Este, denominado de los Caños del Peral, del lugar en que fué construído, tuvo, el primero en España, la forma regular de los franceses y de los italianos; al principio fueron sus recursos muy escasos, pero en el año de 1737, al ocuparlo una compañía de ópera italiana, se invirtieron sumas cuantiosas en adornarlo con más lujo.

Saint Etienne dijo Artegui al cochero del ómnibus que, desde el pescante, vuelta la cabeza, aguardaba la orden. Arrancaron los caballos a su pesado trote percherón, y fueron rodando por las calles bien enlosadas, hasta detenerse ante un portal estrecho, con sus tiestos de plantas raquíticas, su escalerilla de mármol y sus claros faroles de gas.

Elena es agradable y las circunstancias singulares en que se me apareció fueron conmovedoras y de una fúnebre poesía. Pero, ya te lo he dicho, mi elección está hecha. ¿Crees que tengo un corazón con cajones numerados en el que colecciono las ternuras? Dices que desconfías de las aventuras novelescas y galantes y de los amores que hieren como un rayo.

La mujer contó los cuartos sobre la mantilla, redújolos á montones de á treinta y cuatro cada uno, y levantándose en seguida, dijo en alta voz, con cierto retintín: Aquí no hay más que veintiocho riales. Yo he echao.... Y yo.... Y yo.... Y yo ... fueron diciendo todas las personas de los dos corrillos.

Papá les dijo que no, que estuvieran tranquilos; pero ellos no hicieron caso, y más de cien fueron a Jalapa, y se le presentaron al señor Obispo. Ahora, ¡si vieras a mi papa!... ¡No para, no para! Temprano dice misa. Después, ¡un rato al jardincito, una huerta muy bonita, con muchos árboles frutales, con hortaliza, y un gallinero, ¡qué gallinero!