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798 "Si ensartaba algún asao ¡pobre! ¡Como si lo viese!, Poco antes de que estuviese primero lo maldecía, luego después lo escupía para que naides comiese." 799 "Quien le quitó esa costumbre de escupir el asador fue un mulato resertor que andaba de amigo suyo: un diablo muy peliador que le llamaban Barullo."

Don Custodio iba á protestar: aquel Simoun era verdaderamente un grosero mulato americano que abusaba de su amistad con el Capitan General para insultar al P. Irene. Verdad es tambien que el P. Irene tampoco le habría soltado por tan poca cosa.

Eugenio Lacoste es un mulato, hijo de franceses, que se encuentra paralítico desde los 18 años de edad, contando en la actualidad unos cuarenta y cinco años.

Francisco de Aranda vendió á Miguel de Escobar un esclavo mulato llamado Fernando, de 20 años, herrado en la cara con unas letras que dicen: «Francisco de Aranda en Sevilla» 29 de Mayo de 1539 . Diego de Cáceres clérigo, vendió á Diego Mendoza un esclavo morisco de 28 años herrado en la cara «con vnas letras que disen diego de cáceres», 28 Enero de 1547 .

El anciano permaneció impasible e inmóvil, apoyado en la larga bengala que le servía de báculo; pero su secretario o familiar, más joven y robusto, perdió paciencia, se interpuso, hizo cara al mulato y le sacudió tan fuerte puñetazo, que lo derribó por tierra. La ira popular rompió entonces todo freno.

Saludónos a su manera, y tras él entró un mulato, zurdo y bizco, un sombrero con más falda que un monte y más copa que un nogal, la espada con más gavilanes que la caza del rey, un coleto de ante. Traía la cara de punto, porque a puros chirlos la tenía toda hilvanada. Entró y sentóse, saludando a los de casa.

Y así hubiera sucedido si entre los vecinos que al alboroto y pendencia despertaron, no hubiese habido un mulato que con resolución llegó á ponerse frente del sargento y de los soldados, rogándolos que no rematasen al alcalde cuando ya se disponían á clavarlo con las alabardas.

Esto, amén de que buena respuesta tenía en el capítulo XI del mismo libro I de El Buscón, donde un verdugo, un animero, un mulato y otros sujetos de esta laya comen, entre todos, después de algunas cosas de bodegón, «cinco pasteles de a cuatro. ¿Habían de gastar veinte reales en el postrecillo...?»

En cuanto á ideas religiosas preciábase de ser católico, muy católico, ¡ah! la católica España, la tierra de María Santísima... un liberal puede y debe ser católico donde los retrógrados se las echan de dioses ó santos cuando menos, así como un mulato pasa por blanco en la Cafrería.

Era la última noche de carnaval y el mulato Alejandro estaba de baile. Su comparsa, los «Tenorios de Plata», con su brillante uniforme blanco y celeste y sus botas imitadas en hule, invadía el teatro de la Alegría, campo de las batallas galantes de la clase, en los tres días clásicos del año.