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Y en ese coro de vivientes pasionarias, tan americano, tan nuestro, en la sentimental alegoría de la poesía sin ventura, yo creo que la mexicana y la colombiana vienen juntas. La Angelina de este libro está, silvestre y coronada, con María....

Es innegable que hay hoy en Estados Unidos una corriente de poderosa reacción contra la política de aislamiento, que ha sido la base del sistema americano y tal vez de su prosperidad.

Rivadavia, pues, continuaba la obra de Las Heras en el ancho molde en que debía vaciarse un gran Estado americano, una República.

Parecía que el americano había leído en mi pensamiento. En verdad, respondí, me gustaría ver cómo es en la calle después de haberla visto en la escena. Las mujeres pierden de tal modo cuando dejan el traje y la pintura... Así, si no vale la pena, suprimo mañana mi visita. Créame usted; vale la pena. ¡Qué diablo! Voy á verlo. Vaya usted, pues. Aquí le esperamos.

Los niños de hoy, convertidos en viejos, harían memoria de cómo aprendieron á jugar á la pelota con unos soldados llegados de una tierra de prodigios al otro lado del mar; las muchachas, hechas abuelas, se acordarían nostálgicamente del novio americano que tuvieron.

Un escándalo más y su nombre en los tribunales, mientras ella, fugitiva y orgullosa de su hazaña, cantaba en los Estados Unidos, aclamada locamente por el público americano que admiraba a la amazona más aún que a la artista. Allí conoció a Hans Keller, el famoso director de orquesta, el discípulo de Wagner. El maestro alemán fue su segundo amor.

Mientras los pueblos del Norte diezmábanse en guerras religiosas y vivían en una barbarie de tribu, la población de España se elevaba a más de treinta millones, revolviéndose y amasándose en ella todas las razas y todas las creencias, con una infinita variedad engendradora de poderosas vibraciones sociales, semejante a la del moderno pueblo americano.

El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso, y al último soldado, que es un héroe desconocido. Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria.

Pero estas imágenes de encargo, al tocar el suelo americano, se agigantaban y hacían milagros, lo mismo que los desesperados y hambrientos que al llegar allá se convertían en héroes.

Pues qué, ¿no merecía este ejército ninguna consideración de parte del General Otis y de las fuerzas americanas? ¿Se habían olvidado ya de los importantes servicios que el ejército filipino prestó al americano, en la pasada guerra contra los españoles?