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19 Y Jacob dijo a su padre: Yo soy Esaú tu primogénito; he hecho como me dijiste; levántate ahora, y come de mi caza, para que me bendiga tu alma. 20 Entonces Isaac dijo a su hijo: ¿Qué [es] esto, que tan presto hallaste hijo mío? Y él respondió: Porque el SE

Dos gruesas y amargas lágrimas rodaron por sus mejillas. Te ha perdonado dijo el P. Jacinto. ¡Ah, padre!... yo no me perdono... Me sería menos insufrible en la memoria el recuerdo de una afrenta no vengada... de una vileza en que yo hubiese incurrido... de una mancha en mi honor... En cualquiera otro caso me sería más fácil conciliarme conmigo mismo. Aunque Dios me perdone... yo no me perdono.

»Digo, pues, que, así como Luscinda me vio, me dijo: ''Cardenio, de boda estoy vestida; ya me están aguardando en la sala don Fernando el traidor y mi padre el codicioso, con otros testigos, que antes lo serán de mi muerte que de mi desposorio.

»En una ocasión volví la cabeza para buscar con la mirada a su padre, y a través del follaje le vi sentado en el mismo sillón de Magdalena y besando las flores que ella había besado también momentos antes.

Al mismo tiempo Cotaga se echó sobre el Padre para que no tuviese lugar de defenderse; y el otro con un recio golpe le partió por medio la cabeza, y viéndole aún palpitar, le descargó con más furia el segundo; luego los otros traidores acometieron á los neófitos, y en poco tiempo les dieron cruel muerte; y á un indio llamado Francisco Guarayo, que ayudaba á misa al Padre, le mataron á lanzadas.

Había trabajado en las fábricas, había servido á una familia como doméstica, pero al fin sus hermanas le dieron el ejemplo, cansadas de sufrir hambre; y allí estaba, recibiendo unas veces cariños y otras bofetadas, hasta que reventase para siempre. Era natural: donde no hay padre y madre, la familia termina así.

Estoy como aquel a quien se le ha caído una casa encima. Mi salud se resiente de todas estas cosas: dígale usted al Sr. Vélez de Rada que cuando me vea, ya no le voy a gustar... ahora mismo se me va la cabeza, y noto unos desvanecimientos muy fuertes. Adiós, Padre; aconséjeme usted, porque no lo que me pasa.

No trata de brillar ni de forzar la atención y me gusta su cara pensativa. Da gana de leer en el secreto de aquel corazón tan bien cerrado. Tiene hermosos ojos, cuya mirada, a veces, conmueve y penetra. Y, además, es muy adicto a mi padre... Pero yo no puedo, sin embargo, ir a decirle: «Por el amor de papá, cásese usted conmigo, caballeroTendría que ocurrírsele a él solito.

En fin, un día dejó de visitarme; así pasó una semana, un mes, y nadie sabía darme razón de ella. Comprendí que había acabado toda dicha para y que en vano esperaría a mi madre. He aquí lo que había pasado: »Las esperanzas de mi padre se habían realizado. Actos del mayor heroísmo habían hecho que sus generales se fijasen en él y acababa de ser promovido al grado de jefe de división

Después... no , padre mío; pero el fin del mundo no andará muy lejos de aquellos lugares, á lo que imagino. No tal, mi buen Roger, y eso te probará que siempre queda algo que aprender.