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Dígale V. al encargado de los teatros que es un adoquín; ayer da un palo al drama de Chamorro, que es correligionario, y hace unos cuantos días ponía por las nubes una piececita muy mala de un sobrino de González Bravo... ¡Ah! y que me tenga cuidado con la Ferni: ya sabe V. que ha cantado en mi casa. Vamos a ver, Mendoza, ¿cómo consiente V. que ese Sr.

Y añádale dijo Butrón con toda la majestad olímpica que su misión allí requería que la señora condesa de Albornoz se reserva el derecho de protestar en todos los terrenos de semejante atropello... Y dígale también que toda la aristocracia española y todas las gentes sensatas y honradas están a su lado para apoyarla y defender la causa santa que ella representa en estos momentos...

La empresa antes de acudir á la expropiación forzosa... está dispuesta... está dispuesta á dar á usted mucho más de lo que vale. ¡Dígale usted á la empresa que se meta todo su dinero donde le quepa!... Es que... ¡Es que nada! Hemos hablado ya bastante.

Había tenido que ir hasta la puerta de la calle, acompañando á su antiguo patrón. Vea si puede alcanzar al señor Watson ordenó Elena apresuradamente . No debe estar lejos; dígale que vuelva. La mestiza sonrió, bajando sus ojos para decir con fingida simplicidad: No es fácil alcanzarlo. Salió disparado, como si huyese del demonio.

¿Y si no vienen a pelo los cuentos que yo ? No importa; usted hará reír, y ese es el caso. ¿Dice él que usted se equivoca una vez? Dígale usted que él se equivoca ciento, y pata. Usted es un tal; y usted es más: éste es el modo. Pero, señor Fígaro, ¿y dónde dejamos ya la cuestión de tabacos? ¿Y a usted qué le importa ni a nadie tampoco? Déjela usted que viaje.

Porque no es de anca el que montaba y venía con gran apuro de llegar ligero, que de no, dice, le habría dado su caballo. ¡Pobre infeliz!... Bueno... Baldomero: ¿volvió el carrito de repartir la carne a los puestos? «Reciencito» llegó. Vaya corriendo, y dígale a Hipólito que a todo lo que pueda salga con el carrito y la traiga a esa infeliz.

Si ha salido de Cádiz, hasta dentro de un año no vamos a poder tener noticias suyas. Entonces dígale usted a la señora lo que me pasa. A ver qué quiere hacer conmigo. La pobre muchacha me dio lástima. Se entregaba a su suerte adversa, como un cordero que llevan al sacrificio.

Ya con la puerta abierta, Luciana afirmó la voz y me dijo: Hasta muy pronto... Si ve usted esta noche al señor Lautrec, dígale que le deseo buen viaje... Y no olvide usted decir a Máximo que mi madre y yo sentimos mucho no estar con ustedes para darle la bienvenida. Pero Ruán no nos ha consultado para la apertura de su exposición. No olvidaré nada...

Luego, en la cubierta, se detuvo, abriendo su bolso de oro para sacar el espejito y el bote de polvos. Vió en el óvalo biselado del cristal el rostro faunesco de Tòni asomando detrás de su espalda con miradas de impaciencia. Dígale al capitán Ferragut que ya no le molestaré más... Todo terminó... Tal vez oiga hablar de alguna vez, pero no me verá nunca.

Es la hija explicó sin manifestar sorpresa el barquillero, que embolsaba la calderilla y bajaba el hombro para ceñirse otra vez la correa. Por lo visto, eres la señorita de Rosendez murmuró el alférez en son de broma . Vamos, Borrén, usted que es animado, dígale algo a esta pollita.