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, que no fue disparate La ingratitud vengada, ni le tuvo La Numancia, ni se le halló en la del Mercader amante, ni menos en La enemiga favorable, ni en otras algunas que de algunos entendidos poetas han sido compuestas, para fama y renombre suyo, y para ganancia de los que las han representado''. Y otras cosas añadí a éstas, con que, a mi parecer, le dejé algo confuso, pero no satisfecho ni convencido para sacarle de su errado pensamiento.

Aún más se extraña la distinción que hace en favor de La ingratitud vengada, suponiendo que con este título indique una comedia de las más débiles de Lope de Vega . Acaso la tendencia moral, fuertemente caracterizada, que se halla en el argumento de este confuso tejido de intrigas amorosas y de asesinatos, que lo hace repugnante á nuestros ojos, lo recomendó á la consideración de Cervantes. ¿Pero cómo era posible que un poeta diese su fallo obedeciendo á motivo tan liviano?

Mejor fuera, sin duda; pero no quedara yo vengada, ni la honra de mi marido satisfecha, si tan a manos lavadas y tan a paso llano se volviera a salir de donde sus malos pensamientos le entraron.

-Yo lo haré así -respondió el muchacho; y prosiguió, diciendo-: Esta figura que aquí parece a caballo, cubierta con una capa gascona, es la mesma de don Gaiferos, a quien su esposa, ya vengada del atrevimiento del enamorado moro, con mejor y más sosegado semblante, se ha puesto a los miradores de la torre, y habla con su esposo, creyendo que es algún pasajero, con quien pasó todas aquellas razones y coloquios de aquel romance que dicen: Caballero, si a Francia ides, por Gaiferos preguntad;

Pero Montiño era de esos ciegos que no ven ó no quieren ver, y exclamó: ¡Válgame Dios y qué llanto tan inútil! ya no tienes nada que temer, y yo te amo más que nunca. Vamos, mujer, por Dios, olvidemos eso; ya te he dicho que yo estaba loco. ¿No estás bastante vengada de ? No, no y no; necesito vengarme más. Pues bien, haz de lo que quieras, pero no me atormentes más con tus lágrimas.

Algunos rebeldes, que no gozaban del señoril derecho de morir descabezados, fueron arrastrados por las calles, en un serón de infamia, hasta el garrote. Así quedó vengada la defensa de Antonio Pérez y roto para siempre el brío de aquel soberbio Aragón, que sólo cada tres años se dignaba arrojar en las arcas del Rey su arrogante limosna.

3 Dejar un reino por otro y mártires de Madrid, de D. Jerónimo Cáncer, D. Sebastián de Villaviciosa y D. Agustín Moreto. 4 Cinco venganzas en una, de D. Juan de Ayala. 5 San Pelagio, de D. Fernando de Zárate. 6 La confesión con el demonio, de D. Francisco de la Torre. 7 La palabra vengada, de D. Fernando de Zárate. 8 El engaño de unos celos, de D. Román Montero de Espinosa.

Hay datos, no obstante, para creer que el distinguido jurisconsulto no llegó a tierra con suficiente oportunidad. La señorita de Mory se creyó bastante vengada de las muchas molestias que su inflexible lógica le había ocasionado.

Pensó con admiración y con envidia en su amigo Antonio Pérez; pensó en huir como él a una corte extranjera y lanzar desde allí contra el tirano las silbadoras saetas de su rencor. De esta suerte haría eterno su nombre, y su honra vengada pondríase a la par de la grandeza del Rey.

Es, como dice Mariskoff, un excelente resultado para el Erario imperial y queda así vuestra oreja suficientemente vengada. Aquí, comienzan a picar los primeros fríos y ya estamos usando pieles. El buen Mariskoff sufre ahora del higado, pero el dolor no altera su criterio filosófico ni su sabia verbosidad.