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En los primeros años del siglo pasado, uno de esos tejedores, llamado Silas Marner, ejercía su profesión en una choza construida de piedra, situada en medio de cercos de avellanos, cerca de la aldea de Raveloe, y no lejos de los bordes de una cantera abandonada.

Es indescriptible la cólera que se apoderó de los espectadores. Si hubiera sido otro torero, hubiera pasado con una silba, grande o pequeña; pero haber concebido la esperanza de ver a un antiguo maestro toreando por el sistema de Montes y venir a la plaza a presenciar aquella ignominia, esto ponía fuera de a los aficionados. ¡Qué gritería, cielo santo! ¡Qué injurias! ¡Qué lamentos!

Os hará un traje completo, barato y fiado. Entonces podréis venir a la iglesia y ser algo sociable con vuestros vecinos. ¡Cómo! ¿ No me habéis oído decir amén desde vuestra llegada a este pueblo? Os recomiendo que no perdáis tiempo, porque será algo deplorable cuando Tookey me reemplace por completo. Puede muy bien que pasado otro invierno no tenga más fuerzas para estar de pie junto al órgano.

El matrimonio exclamé entusiasmada, es la más hermosa de las instituciones que existen en la tierra. La unión perpetua con la persona amada, y se canta y se baila y se besan la mano... ¡Ah, , es encantador! ¿Se besan la mano? ¿Por qué la mano, sobrina? Porque yo... en fin, yo pienso así exclamé dedicando a mi pasado una sonrisa llena de misterios.

Don Carlos era violento en el mandar y no admitía objeciones de las mujeres, sobre todo cuando ya habían pasado de cierta edad. El patrón aún está muy verde decía Sebastiana á sus amigas ; y como una ya va para vieja, resulta que otras más tiernas son las que reciben las sonrisas y las palabras lindas, y para sólo quedan los gritos y el amenazarme con el rebenque.

No obstante, aunque se diferencie por esto de todos los demás pueblos de Europa, la civilización española no ha escapado á las causas que han influído en la de los demás modernos, ni tampoco á lo pasado y á lo próximo.

Y todo esto era porque acababa de conocer á miss Margaret Haynes, una persona primaveral, cuyos diez y nueve años, alegres y graciosos, se desbordaban en risas, palabras musicales y gestos encantadores. Gillespie olvidó de golpe todo su pasado al hablar con esta adorable criatura. Creyó que su vida anterior había sido un ensueño.

Conocía todas las picardías del mundo: había pasado en su juventud por todos los desórdenes de las gentes de mar, que después de meses enteros de aislamiento y privación sobre las olas, bajan á tierra como lobos.

En el Casino tuvo que picar algo en la conversación general, aludido de intento por Bermúdez; y más aún que en la conversación, en la golosina que irradiaban en aquel antro desabrido, los ojos y la silueta de la hechicera sevillana; porque Leto, al fin y al cabo, era mozo de buen gusto, y mujeres de aquel arte que le miraran a él con el interés bondadoso con que le miraba Nieves a menudo, no habían pasado ni pasarían jamás por Villavieja.

Era el tal ridículo primorosa obra, en cuya elaboración tomaron parte las delicadas manos de su dueña; obra del siglo pasado y del año 94, en que la dama lo lució en los paseos de la Florida los días de invierno, con gran aceptación de la juventud de entonces.