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Era domingo, y la animación ruidosa y expansiva de los días festivos inundaba la acera izquierda del paseo. El tiempo era hermoso: una tarde de verano, con el cielo limpio de nubes, y en lo más alto, como un jirón de vapor tenue y apenas visible, la luna, esperando pacientemente que le llegase el turno para brillar.

Su cara era hermosa, despejada, con facciones bien delineadas y enérgicas, dulcificadas por unos ojos en que parecía brillar la luz de la perpetua juventud, con una cándida expresión modesta. Entonces ha recuperado usted el registro observó al fin, mirándome fijamente a la cara. , y como lo he leído contesté, he venido aquí a investigarlo y reclamar el secreto que me ha sido legado.

Así iba desgranándose el racimo de los días de invierno, lentos aunque breves, sin que Amparo viese brillar un rayo de claridad en el firmamento ni en su destino. Aplanose su espíritu, y cometió un acto de flaqueza.

Veía brillar entonces en la obscuridad, como un paraíso perdido, el molino en que había transcurrido su infancia y el tictac de las ruedas resonaba en su oído como un canto divino. Al sonar la diana se deshacía el encanto.

El manojo de rayos que por estos agujeros caía sobre los montecillos de arena, hacíalos brillar como enormes pepitas de oro derramando sus resplandores sobre toda la extensión de la sábana de agua.

Nunca he visto las estrellas brillar de ese modo, ni moverse así ... con esa vibración que parece que están hablando. ¡Hablando! dijo Lázaro muy sorprendido del símil de la santa. ¿Usted extraña eso? dijo ella, mirándole con tal fijeza é intensidad, que el mancebo creyó que dos estrellas habían bajado á esconderse en los ojos de Paulita. : ¿no le parece á usted...?

Su gran carácter elevado y magnánimo, fué herido de un modo cruel por la ingratitud y la bajeza de aquellos falsos amigos. ¡Horrible tormento debe de ser vivir y morir en la obscuridad cuando se ha nacido para brillar en la cúspide de la sociedad humana, y consumir las fuerzas recibidas del cielo en el vacío y la inacción! ¡Más fiero dolor todavía es ver despreciados los más nobles trabajos del espíritu, los esfuerzos generosos por el triunfo del bien y la verdad!

La luz difusa del alba, daba un tono azulado a su tez morena; hacía brillar con reflejos de nácar la blancura de sus córneas y marcaba con huella profunda la sombra de sus ojeras. Por la parte de Jerez abríase el cielo con un desgarrón de luz violácea, que iba extendiéndose, y borrando en su seno las estrellas.

Pero, á pesar de tamaña debilidad, no deja de brillar en el fondo de nuestra alma aquella luz inextinguible encendida en ella por la mano del Criador; y esa luz nos hace distinguir entre el bien y el mal, sirviéndonos de guia en nuestros pasos, y de remordimiento en nuestros extravíos.

La riña, pues, se traba por brillar, por la gloria del vencimiento, por amor a la reputación. Ancho círculo se forma en torno de los combatientes, y los ojos siguen con pasión y avidez el centelleo de los puñales que no cesan de agitarse un momento. Cuando la sangre corre a torrentes, los espectadores se creen obligados en conciencia a separarlos.