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Un día se escapa de las manos de los asistentes del general, que van a extenderla de pies y manos en una muralla para alarmar su pudor; otro, Quiroga la sorprende en el patio de su casa, la agarra de un brazo, la baña en sangre y bofetadas, la arroja por tierra y con el tacón de su bota le quiebra la cabeza. ¡Dios mío! ¿No hay quien favorezca a esta pobre niña? ¿No tiene parientes? ¿No tiene amigos? ¡ tal!

66 ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: Culpado es de muerte. 67 Entonces le escupieron en su rostro, y le dieron de bofetadas; y otros le herían con las varas, 68 diciendo: Profetízanos, oh Cristo, quién es el que te ha herido. 69 Y Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se llegó a él una criada, diciendo: Y con Jesús el Galileo estabas.

Entonces el šummo Pontifice rompió šus veštidos, diziendo, Blašphemado ha: que mas neceššidad tenemos de teštigos? heaqui aora aveys oydo šu blašphemia. Que os parece? Y rešpondiendo ellos dixeron, Culpado es de muerte Entõces le ešcupieron en šu roštro, y dierõle de bofetadas, y otros lo heriã moxicones. Diziendo, Prophetizanos^, ò Chrišto, quien es el que te herido.

Los golpes empiezan en la escuela y se continúan en el cuartel, formando parte de la educación. El aprendizaje de los príncipes herederos de Prusia consistió siempre en recibir bofetadas y palos de su progenitor el rey.

A don Fermín le asustó la impresión que le produjo, más que las palabras, el gesto de Ana; sintió un agradecimiento dulcísimo, un calor en las entrañas completamente nuevo; ya no se trataba allí de la vanidad suavemente halagada, sino de unas fibras del corazón que no sabía él cómo sonaban. «¡Qué diablos es estopensó De Pas; y entonces precisamente fue cuando se encontró con los ojos de don Álvaro; fue una mirada que se convirtió, al chocar, en un desafío; una mirada de esas que dan bofetadas; nadie lo notó más que ellos y la Regenta.

Las bofetadas se sucedían a las bofetadas, los porrazos a los porrazos. De cada golpe se inflaba un carrillo. Trabados al fin de manos y brazos, cayeron rodando. Zarapicos debajo, Pecado encima. Pecado vencía, y machacó sobre su víctima con ferocidad. El niño rabioso supera en barbarie al hombre. ¿Habéis visto reñir a dos pájaros? El tigre es un animal blando al lado de ellos.

Mas apenas había sacado la cabeza fuera recibió, sin saber de dónde le viniera, el más soberano, el más concienzudo bofetón que pudo verse desde que el ser humano dejó de servirse de las uñas como los animales y supo dar bofetadas. La incógnita mano, al tropezar con el moflete de nuestro famoso guerrero, produjo un estallido pavoroso. Los mozos y mozas de la esfoyaza dieron un salto de sorpresa.

¡Si hubiera sido yo! repetía entre dientes, al juntar los últimos pedazos, puesta en cuclillas. Gozaba con delicia de aquella catástrofe, desde el punto de vista de su irresponsabilidad. Ana bajó a la huerta, olvidada ya de la carta que quería escribir. Le dolía el brazo. Le dolía con el escozor moral de las bofetadas que deshonran. Le parecía una vergüenza y una degradación ridícula todo aquello.

Cosa de lástima fue oír los gritos que las dos buenas señoras alzaron, las bofetadas que se dieron, las maldiciones que de nuevo echaron a los malditos libros de caballerías; todo lo cual se renovó cuando vieron entrar a don Quijote por sus puertas.

Oiga usted, Paca le dije cuando vino a la puerta . ¿Ve usted aquella joven que está allí enfrente?... Pues ya ha recibido esta noche unas bofetadas por mi causa. ¿Qué dise usted? Lo que oye. Me acerqué a preguntarle dónde vivía usted, y en aquel momento llegaba ese chulapo, que debe ser su novio, y, al parecer, se ha enfadado.