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-Así es -dijo el mayordomo-. Vea vuestra merced, señor gobernador, qué es lo que se ha de hacer destos hombres.

Porque, aunque lo menos que puede saber un literato es su lengua, éste es, sin embargo, el ápice de la ciencia en el país; y en cuanto usted vea que pasa por muchacho de esperanzas, vaya usted a viajar: esté usted fuera diez o doce años, en los cuales puede vivir seguro de que se hablará de usted más de lo que sea menester.

¡Enhorabuena! dijo; pero no vea usted en á su catedrático; yo soy un fraile y usted un estudiante filipino, ¡nada más, nada menos! y ahora le pregunto á usted ¿qué quieren de nosotros los estudiantes filipinos? La pregunta llegaba de sorpresa; Isagani no estaba preparado. Era una estocada que se desliza de repente mientras hacen el muro, como dicen en la esgrima.

Bien, joven, puesto que usted lo ha resuelto, separémonos; pero usted me hará justicia algún día... ¡Vea usted la situación a que me veo reducido! ¡Todo lo he perdido! Y mientras don Eleazar se lamentaba, todos lo oíamos en silencio, como consternados por la horrible desgracia de ese hombre providencial que engullía como un tiburón, en medio de la catástrofe de su fortuna.

No, a la cárcel no dijo la víctima, haciendo gala de generosidad... dejarla, dejarla... Pepe, no le hagas nada. No; si yo no le pego... Allá se entenderá con el juez. No, juez no, juez no decía la de Fenelón muy apurada . La perdono. Dejarla; que se vaya, que se vaya pronto; que yo no la vea.

Hay muchas en este país.... Vea usted, un borracho ... ¡Oh! La embriaguez es la plaga de los campos!... Un ronquido sonoro respondió á las lamentaciones humanitarias de Bobart. Herminia dejó al ex-abogado y volvió al castillo. Si no hubiera estado vigilada, hubiera cantado, tan alegre tenía el corazón. En un segundo todo había cambiado para ella.

Vea usted, Belarmino.

Titubeaba, y de vuelta a su casa, estuvo discurriendo un largo rato sobre aquel problema de la hora. «Adoptado un partido se dijo , lo mejor será que no la vea más en carne y hueso, porque lo que es en idea, viéndola estoy a todas horas. ¡Qué chiquillo me he vuelto!... En fin, tengo tiempo de pensarlo de aquí a mañana, porque lo que es hoy, no iré».

Acercáronsele entonces Gorito y Leopoldina, temerosos de que el batacazo de por la mañana comenzara a tener consecuencias, y esta, con verdadero interés, le dijo: Mira, Diógenes, estás malo y es necesario que te vea el médico.

Olvido, paz, silencio interior, conversación con el mundo, con la primavera que empieza y que viene a ayudarnos a vivir.... Yo le prometo a usted que el día en que la vea fuera de todo cuidado, sana y salva, le diré, si usted quiere: Anita, ahora ya tiene usted bastante salud para empezar a darse tormento a misma. Y Frígilis hablaba en el mismo sentido.